En estos momentos estoy viendo la información del tiempo con la esperanza de que por fin bajen las temperaturas. Ya sé que hablar de la ola de calor que nos ha invadido desde finales de junio hasta la fecha y nos ha hecho vivir días y noches que ya casi habíamos olvidado no resulta nada nuevo, pero voy a mirar otro lado. Son muchos lo vecinos que han vuelto a dormir al ‘raso’ como cuando eran niños.

Los patios y terrazas están siendo lugar de pernoctaciones para todos los que tienen la suerte de disfrutar de esos espacios sin techo, llenos de plantas olorosas refrescantes… La verdad es que se pueden sentir afortunado. En este verano tan tórrido, tener un lugar al aire libre, aunque sea pequeño, es un privilegio de unos cuantos afortunados que, quizás hayan sido los únicos en poder dormir y descansar como auténticos bebés.

Cuando yo era pequeña, de eso hace ya varías décadas, estábamos deseando que llegase el verano y el calor, porque se sacaban los viejo colchones que se guardaban en el trastero y se montaban las camas de verano: los colchones sobre viejas mantas en la terraza. En ellos dormíamos y jugábamos los hermanos y los primor, ya que nos turnábamos unas noches en una casa y otras en otra. Eran noches inolvidables. Nuestros padres se reunían con los familiares en el patio donde compartían largas veladas y nosotros los niños dábamos infinidad de volteretas en las ‘camas de verano’ sin que nadie nos lo prohibiera. Luego nos tendíamos a contemplar las estrellas, los luceros, el Camino de Santiago y como no ‘las estrellas errantes’, que era como llamábamos a las Perseidas.

Eran otros tiempos, ni mejores ni peores, pero lo cierto es que se asumía tanto el calor como el frío sin problema como la cosa más natural. Los que no disfrutan del aire acondicionado, bien por el ruido, por motivos de salud o simplemente por cuestión económica y además no tienen un patio o una terraza, tienen que haberlo pasado bastante mal este año.

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