Yo buscaba una historia de intriga que refrigerara la tercera o cuarta ola de calor consecutiva. La novela negra nórdica siempre da buenos resultados. Culturas distintas, comportamientos peculiares, ciudades heladas como la muerte y una prosa ligera y eficaz. Cogí el libro y L. se apresuró a advertirme: “Esa novela la empecé y la dejé. Es muy pesada”. Como intento de chafarme el entusiasmo no estuvo mal. Además, hay una parte de verdad en ese aviso: no es la típica novela negra nórdica.

“La señorita Smila y su especial percepción de la nieve”, de Peter Hoeg (Círculo de Lectores, 1995), arranca con la muerte de un niño. Smila contempla el escenario del suceso. Y sabe que no fue un accidente. Smila es mestiza, hija de una inuit y un danés. Cuando era niña fue forzada a trasladarse a Dinamarca. Una esquimal en Copenhague. Lejos de su tierra natal, Groedlandia, incomunicada ante un idioma extraño y asfixiada por la privación de los grandes espacios en los que reina la nieve. Muchos tipos de nieve.
El autor construye un personaje potente y carismático, se recrea en su mundo interior y en su vida personal, que no es un mero complemento a la intriga. De hecho, el asesinato y la investigación posterior son el eslabón débil del libro.

Parece que los años noventa fueron la semana pasada. Pues no. El mundo gira a la velocidad de la luz. Los valores ecologistas que hoy damos por sentados en una sociedad moderna estaban aún en pañales. Me ha sorprendido encontrar en “La señorita Smila y su especial percepción de la nieve” una somera crónica de la explotación sin escrúpulos de los recursos naturales de Groedlandia por parte de Dinamarca, la administración colonial que impuso tan civilizado país y el posterior proceso de autonomía. Con la población local, los inuit, sometida a un gélido proceso de aculturización, de pérdida de su modo de vida tradicional, y aquejada de una epidemia de suicidios. Corrían los años noventa y estaba a punto de entrar en escena el siglo XXI…

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