A Portugal lo único que le faltaba, después de los recortes sociales que ha sufrido en los últimos años, era una reforma ortográfica. Vaya frivolidad, pensarán los despistados que hayan ido a parar a este artículo. Pues digo yo que por algo han ido aplazando durante años la aplicación de la nueva ortografía, en medio de la polémica social.

No hace tanto tiempo que los españoles también sufrimos una reforma ortográfica. Sufrimos, sí, al menos los de mi generación, por más que fuera de alcance reducido. Las reglas del lenguaje se aprenden de pequeñito, quedan impresas a fuego en nuestro cerebro y las aplicamos de forma inconsciente. Si peinando canas te cambian esas reglas es como poner a un futbolista a jugar al ajedrez: acabará pegándole una patada al tablero. Los que podemos tener más soltura con el lenguaje, porque es el núcleo de nuestro oficio, hemos podido elegir desde entonces entre ir en contra de nuestra naturaleza, despreciar la sabiduría de los académicos de la lengua o crearnos una doble personalidad. Tras mucha beligerancia, yo opté al final por la última opción. Así que escribo según la nueva ortografía los textos dirigidos al público, como éste, y conservo la que aprendí de chico para mis comunicaciones privadas.

La adquisición del uso del lenguaje, que coincide con las primeras etapas de la vida, la aparición de la conciencia del yo y el esbozo de una personalidad propia, provoca esta íntima unión. O sea, eso creo, no vayan a pesar que esto es una verdad científica. A veces me he puesto a darle vueltas al rechazo de no pocas personas al llamado lenguaje no sexista (raro que es uno, en vez de darle vueltas a la final de la Champions). Personas nada sospechosas de machismo. Puede que la clave del tema esté ahí: el lenguaje no es la ropa que te cambias de día en día, no es posible mudar los usos y las reglas como si fueran unos calcetines. Forma parte del individuo y es como si nos obligaran a cambiar el modo de sonreír, o la intensidad de la mirada. Pura miopía esta última característica.

Salvador Rivas

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