Todos los hemos hecho: horas y más horas sentados frente a una pantalla sumergiéndonos en las vidas y aventuras de personajes que jamás existieron y jamás existirán. Es la magia del cine y de lo audiovisual, un arte capaz de distraernos de nuestra realidad más personal. Pero, además de darnos todas esas horas de entretenimiento, ¿cómo nos afectan los materiales audiovisuales que consumimos?
Empecemos por lo primero: el romance. Tanto las películas como las series y demás programas televisivos tienen un impacto enorme en la forma de relacionarnos con nuestras parejas, e incluso en el cómo encontramos a éstas. ¿Acaso nunca has escuchado que las niñas aprenden sobre el tan llamado amor gracias a las películas de Disney? Muchas veces, el carecer de una educación sexoafectiva bien estructurada- en lugares como el hogar o la escuela- nos lleva a buscar puntos de referencia en otros sitios. ¿Y qué hay más disponible que una película o un programa de televisión emitido en hora punta?
Además, aunque pueda parecer que los niños son los primeros afectados por este problema -confundir la ficción con la realidad- lo cierto es que este fenómeno rebasa los límites de la infancia y nos persigue hasta la vida adulta. Muy a menudo, personas de todas las edades buscan a su alrededor aquello que considerar la “normalidad”. Lo que vemos todo el tiempo se convierte en nuestra realidad, y es eso lo que consideramos cotidiano y por tanto normal. Por tanto, todos los que hayamos pasado buena parte de nuestra niñez y vida adulta consumiendo contenido audiovisual -la gran mayoría del planeta- habremos normalizado los comportamientos que en estas películas y series hemos visto.
Dejando de lado el mundo del romance, ¿en qué otros ámbitos nos puede afectar aquello que vemos en una pantalla? En aquello con lo que nos divertimos. Más allá de haberse convertido el arte cinematográfico en la gran forma de entretenimiento por excelencia, lo cierto es que también es una buena forma de recoger ideas sobre otras actividades a las que dedicarle tiempo. Un buen ejemplo es el caso de Gambito de Dama, una serie de Netflix sobre una campeona de ajedrez de los años 60; después de su estreno, las ventas de tableros de ajedrez se dispararon en más de un 100% para más de una marca de juguetes. Algunas hablan incluso de un incremento del 1000% en ventas.
Pero además de los aspectos que podamos considerar más banales, lo cierto es que el cine y las series afectan incluso la economía global. Aquellos que estén más acostumbrados a invertir en los mercados habrán notado que las acciones de Netflix en el NASDAC subieron como la espuma desde el mes pasado. ¿La razón? El estreno de “El juego del calamar”, una serie surcoreana que ha batido récords de visualización en gran parte del globo. La compañía ha subido en bolsa más de un 20% en lo que llevamos de año, y los analistas especulan que la nueva serie ha tenido mucho que ver con este incremento.
Hablando de acciones, recordemos también que la ya famosa película “El Lobo de Wall Street”, protagonizada por Leonardo DiCaprio, se considera una de las responsables del reciente boom en las inversiones personales por parte de la Generación Z. Así, esta generación se ha criado viendo estas películas de Hollywood en las que se sigue la vida de grandes y exitosos inversores, lo que los ha llevado a lazarse a este mundillo y probar suerte. Esto, sumado a la era del Internet, hace que invertir sea cada vez más fácil y común; basta con abrir un webtrader e informarse online de cómo y cuándo hacerlo.
Así pues, hemos visto que el arte de lo audiovisual afecta muchos aspectos de nuestras vidas, incluso aquellos que nunca habríamos imaginado. Este artículo es un mero resumen de algunos de las áreas de influencia más características, pero hay muchos más aspectos que seguramente no hemos mencionado. Lo importante es recordar que todo lo que hacemos y vemos tiene un impacto directo o indirecto en el mundo y el nuestra vida- por lo que debemos tratar de darle visibilidad a las cosas que pueden cambiarlo a mejor.