A lo largo de toda su trayectoria como cocinero, Manolo Pérez Vázquez ha hecho comestibles sitios tan icónicos como La Colegiata, la Alcazaba o el Portichuelo

Al pasar por la calle Infante Don Fernando, en pleno centro de Antequera, un escaparate acapara las miradas de los transeúntes. Se trata de la pastelería Piobiem, que además de ser impulsora de un bienmesabe de récord, atesora entre sus cristaleras una réplica muy dulce y a escala de la primera joya renacentista de Andalucía y de la que los antequeranos son bien conocedores: La Real Colegiata de Santa María La Mayor, característica por su grandiosa fachada, sin duda, la más monumental de la ciudad Patrimonio Mundial.

Detrás de esta obra de arte se encuentra Manolo Pérez Vázquez, cocinero y artífice de esta y otras llamativas elaboraciones hechas a base de azúcar, chocolate o mantequilla. A lo largo de toda su trayectoria, que empezó con 15 años en los fogones, ha llegado a realizar en torno a medio centenar de tartas de fantasía y reproducciones de sitios emblemáticos, entre ellas, la Alcazaba de Antequera, el Arco de los Gigantes, la capilla del Portichuelo o fachada del colegio de los Carmelitas, este último, con ayuda de una amigo.

Todas ellas, de manera particular, únicamente por hobby y para ocasiones especiales como bautizos, bodas y comuniones de amigos y familiares. “Empecé hace muchos años haciendo casitas de chocolate y con el tiempo me enseñaron a hacer pastillaje, una masa de azúcar con gelatina, que aguanta mucho más. Al cabo de los años he ido haciendo cosas de mayor tamaño. En el caso de decoraciones grandes, empleo pastillaje y glasa real, azúcar con clara de huevo. Para eventos, casi siempre utilizo chocolate. El azúcar queda muy bonito, pero al final simplemente es para verlo. A la hora de comer, lo que de verdad se disfruta es el chocolate”, detalla.

Trabaja el chocolate con planchas y el pastillaje como si fuese plastilina. “Es como un puzzle, una especie de recortable”, explica. Aunque si hay algo que diferencia a ambas técnicas, esta es su dificultad y coste. “El chocolate siempre es más delicado y complicado de manejar y transportar por el tema de las temperaturas, además se ha puesto por las nubes. Por el contrario, el azúcar aguanta y es más duro, solo le afecta la humedad”.

Pérez realiza el proceso de forma cien por cien artesanal, sin moldes. Toma como referencia las fotografías, mientras que elige el tamaño y las proporciones a ojo. En cuanto al tiempo de producción, este depende de la complejidad de la obra. “En la Colegiata se me fueron más de 20 días. Hay que ir haciendo las piezas sobre la marcha, comprobar si encajan bien, pulirlas, etc. Si hiciese otra igual, seguramente me tomaría 5 días, porque ya podría hacer todas las piezas de una vez”, explica.

Tras toda una vida de cocinero en el Parador de Antequera, Pérez está disfrutando actualmente de su jubilación. “Normalmente me encargaba de los postres y de las tartas de los eventos. Lo que más me gustaba era el dulce y tenía habilidad para hacer este tipo de cosas. Siempre me han gustado las manualidades y eso al final también influye”.

Por el momento, no se ha planteado llevar a cabo ninguna exposición ni nada por el estilo, principalmente “por falta de espacio”, aunque admite estar disfrutando de ver su particular Colegiata blanca en el corazón de Antequera.