programa: «Los animales como terapeutas»
Se podría afirmar sin miedo a equivocarse que en ocasiones, los animales que trabajan en terapias con personas enfermas o con trastornos de la conducta, han logrado mejores resultados que la medicina tradicional. De hecho existen bastantes informes al respecto, por ejemplo con el título «Terapia con animales ¿Puede Hasso curar?», el biólogo Erich Lederer publicó en la revista especializada DocCheck algunas experiencias interesantes relacionadas con este tema.
El doctor Lederer cuenta que, por ejemplo los niños con traumas o perturbaciones conductuales, en las sesiones terapéuticas hablan con los animales y les cuentan muchas más cosas de las que confiarían a sus amigos. Describe el caso de una terapeuta de EE.UU., quien entre sus pacientes tenía una niña que había sufrido abusos sexuales, motivo por el cual la niña desarrolló un comportamiento agresivo, mentía y robaba. Sin embargo fue el perro de la terapeuta quien consiguió abrir un acceso al estado anímico de la niña. Sólo en contacto con el animal la niña comenzó a contar algo de sí misma, de esa manera se le pudo ayudar.
¿Se podría entonces deducir que los perros, al tener una relación estrecha con los seres humanos, pueden desarrollar aptitudes terapéuticas? No, esto no es del todo así. A los niños con un desarrollo físico y cognitivo perturbado les beneficia por ejemplo el trato con un asno, tal como descubrió un grupo de trabajo italiano. Los asnos ayudan a los niños a superar sus inhibiciones y a desarrollar la confianza en sí mismos y su autoestima, porque se comunican entre sí sin palabras, solo con gestos y a través del contacto físico. Por otra parte se sabe que el contacto con caballos tiene un efecto positivo en la psique de los niños. Por todo esto se ha llegado a la conclusión de que los animales pueden ser buenos terapeutas, y este es un hecho que no se limita a los perros.
Sobre esto la revista Science ORF publicó un interesante artículo con el título «Un papagayo enseña a hablar a un niño autista». Dylan, un niño autista de cuatro años, tenía grandes dificultades para aprender, no quería hablar y únicamente emitía sonidos ininteligibles. Pero eso cambió cuando un papagayo llamado Barney empezó a ocuparse del chico. Ante el asombro de la familia, Dylan de pronto comenzó a repetir las palabras que decía el papagayo: papá, mamá, hola y buenas noches. Esta experiencia podría considerarse como inaudita, puesto que el autismo es considerado como una enfermedad incurable, siendo muy difícil para los padres o para los terapeutas lograr una comunicación con ellos.
La terapeuta Hazle Rotem de la universidad de Lancashire atribuye esta fenomenal experiencia a que el chico sentía alegría en presencia del papagayo. Además Barney hablaba de forma especialmente lenta y clara. Sin embargo Barney no es un caso aislado, existen varios informes sobre el hecho de que precisamente en el caso de niños autistas, los animales como los perros, gatos, conejos, asnos, delfines o como en este caso los papagayos, consiguen establecer contacto y abrir puertas que hasta entonces estaban cerradas.
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