El día del Corpus celebramos el día de Cáritas. Porque Jesús resucitado es un sol de misericordia y de ternura que ilumina y enciende nuestras calles, nuestros templos y nuestros corazones. Sería bueno que la procesión del Corpus pasara por los hospitales, asilos y cárceles, por los barrios de las periferias, por los sectores marginados. Allí está Jesús más presente y real. Desde allí nos invita a preocuparnos y ocuparnos más por las victimas de nuestra injusta sociedad.
Con palabras del célebre orador y obispo francés Bossuet, el Águila de Meaux; hemos de defender lo que él llamaba “la eminente dignidad de los pobres en la Iglesia”. En su discurso afirmaba que “Jesús vino al mundo para cambiar todo el orden establecido y, por eso, si en el orden actual los ricos tienen todas las ventajas y ocupan los primeros puestos, en el reino de Jesucristo los pobres tienen la preeminencia porque son los primogénitos de la Iglesia. En ella solo se admiten a los ricos más que a condición de servir a los pobres”. Y llega a decir que “en su origen la Iglesia fue construida solo para los pobres y que Jesús no tiene necesidad de los ricos en su santa Iglesia”.
San Juan Pablo II remachó estas afirmaciones del obispo francés proclamando que “en la fidelidad a los pobres se juega la Iglesia su fidelidad a Cristo” (LE. 8). Lo que significa que una Iglesia que no defiende y que no lucha por la liberación del pobre está siendo infiel a Jesucristo. Nuestras celebraciones eucarísticas pueden estar totalmente viciadas si no nos llevan al amor y a la promoción de los más débiles El papa Francisco en su Exhortación “La alegría del Evangelio” dedica más de 90 números a la dimensión social de la fe cristiana, esto es, a la acción de la Iglesia a favor de los pobres y excluidos. Quiere una Iglesia pobre y para los pobres.
Seamos sinceros: hoy en nuestra Iglesia católica los que más cuentan son los ricos. A los pobres se les admite con la condición de que no molesten a los ricos. La distancia entre el Evangelio y el catolicismo actual, en todo lo referente al tema de ricos y pobres no es solo un escándalo (como puede ser la pederastia), sino una visión teológica que puede desfigurar nada menos que la identidad del Dios bíblico, revelado en Jesucristo. Dios es el Dios de los pobres. Conocerle no es especular mucho sino “practicar la justicia” como dijo el profeta Jeremías y Jesús vivió plenamente.
Resulta muy triste, por no decir escandaloso, que la gran mayoría de los dirigentes de la Iglesia española, en este tiempo de crisis crónica y creciente, no hayan tenido una voz profética clara, contundente y repetida, ni un gesto solidario y global a favor de las víctimas, que suponga una fuerte sacudida de las conciencias de políticos y ciudadanos, causantes de la ruina de tantas personas. Denuncia que es perfectamente compatible con el respeto y la educación. El catolicismo hispano solo se siente llamado a levantar la voz cuando está por medio el tema sexual. Tema complejo e importante. Pero no podemos dar a entender que la moral se reduce solo a lo sexual, mientras al dinero lo dejamos correr pecaminosamente sin molestarlo. Por eso, la Iglesia que cree de verdad en el Dios de Jesús no puede sentirse cómoda y muda en una situación como ésta. Seamos coherentes, abramos los oídos al clamor de los que sufren (EG 190).