La evaluación y rehabilitación neuropsicológica constituyen un elemento crucial del tratamiento del deterioro cognitivo y en consecuencia, de elevada importancia para toda aquella población que presenta déficit cognitivo.
Previa a la rehabilitación cognitiva es necesario llevar a cabo una exploración neuropsicológica, consistente en una serie de pruebas y test neurpsicológicos que permiten valorar las capacidades funcionales del paciente.
La rehabilitación neuropsicológica incide específicamente en aquellas áreas cognitivas que presentan un deterioro significativo. El punto de partida en el que se asienta la intervención no farmacológica es el concepto de neuroplasticidad, entendida como la respuesta del cerebro para adaptarse a nuevas situaciones para restablecer su equilibrio alterado. Se ha evidenciado la capacidad de las neuronas lesionadas para regresarse y establecer conexiones nuevas, así como la posibilidad de que las neuronas supervivientes a un trauma puedan recuperarse y adaptarse funcionalmente. La plasticidad neuronal depende directamente de dos tipos de factores: los intrínsecos (información genética) y los extrínsecos (influencias ambientales). Son sobre estos últimos sobre los que el tratamiento no farmacológico específico para la enfermedad de Alzheimer incide de manera significativa.
No puede establecerse un tratamiento no farmacológico de manera idónea si antes no se ha llevado a cabo una evaluación neuropsicológica adecuada que permita obtener información del estado cognitivo de la persona afectada. Para llevar a cabo esta evaluación existen herramientas específicas cuya aplicación es más que recomendable que sea llevada a cabo por especialistas en neurociencias. Entre estas herramientas destacan el Test Minimental de Folstein (una herramienta de aplicación rápida para obtener una primera estimación del estado cognitivo del paciente) y la batería neurocognitiva CAMCOG-R (una herramienta de aplicación extensa con la que se obtiene una vasta información sobre el estado de cada una de las áreas cognitivas que rigen el funcionamiento del paciente). A través de estas evaluaciones se obtendrá una información fiable que posibilitará un correcto establecimiento del tratamiento no farmacológico, potenciándose así la calidad de vida del paciente.
Los cuidadores y familiares de enfermos de Alzheimer deben iniciar el proceso de diagnóstico, evaluación y establecimiento del tratamiento no farmacológico cuanto antes, en aras de conseguir frenar el avance de la enfermedad y así potenciar el conjunto de actividades básicas e instrumentales de la vida diaria del paciente, directamente vinculadas a su estado cognitivo. Solamente así se conseguirá potenciar al máximo su calidad de vida, siempre en unión a un tratamiento farmacológico adecuado prescrito por especialistas médicos, preferentemente neurólogos.
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