En su origen la
Unión Europea es un proyecto político que busca mejorar el bienestar y la
seguridad de los ciudadanos y contribuir a un mundo mejor. Pero hoy, ese
proyecto,  emanado del Tratado de Lisboa
del 2009, se ha desvirtuado y se ha convertido en un ideario que defiende
no  a los ciudadanos sino a  los mercados financieros. Hemos pasado de una
Europa más social a la Europa de los mercaderes y de los acaparadores. Tenemos
un  Euro parlamento con más poderes que
nunca,  pero –y esto es preocupante- con
más  eurodiputados contrarios  al proyecto europeo que nunca. Y han saltado
las alarmas.
Frente a un modelo
de Europa en el que se aspiraba a la resolución pacífica de los conflictos, el
respeto a los derechos humanos y de la madre Tierra, la consolidación de  sociedades abiertas y democráticas… se está
imponiendo un modelo que refuerza la desigualdad. En este aspecto, España es el
país europeo donde más ha crecido la desigualdad en estos últimos años. Un modelo
en el que prima la exclusión de grandes sectores de la población y que no tiene
a la persona humana como el centro.
Todo esto está
produciendo un creciente rechazo ciudadano, hasta tanto que se teme que la
primera fuerza política en las próximas elecciones del 25 M sea la abstención.
Está claro que la UE sufre una crisis existencial. Necesitamos  de partidos políticos de ámbito europeo, que
prediquen con el ejemplo, que sean 
capaces de reconducir el rumbo para atender las verdaderas necesidades y
demandas de la ciudadanía, no las necesidades de los mercados.
Necesitamos unos
parlamentarios europeos nuevos que propongan alternativas para dar respuesta a  las amenazas comunes que nos afectan: el
cambio climático, la lucha contra la exclusión y el paro, la atención a los
flujos migratorios,  la eliminación de
paraísos fiscales, la transparencia en la administración de los recursos, etc.
Así mismo, deberíamos  apostar por quienes
apoyan la apertura de un nuevo proceso constituyente para volver a recuperar la
visión originaria de la UE antes de que nos convirtamos en irrelevantes.

Termino con unas
palabras iluminadoras del papa Francisco: “Pido a Dios que crezca el número de
políticos capaces de entrar en un auténtico diálogo que se oriente  eficazmente a sanar las raíces profundas de
los males del mundo…Políticos a quienes les duela de verdad la sociedad, el
pueblo, la vida de los pobres… Que luchen para que haya trabajo digno,
educación y cuidado de la salud para todos los ciudadanos… Que superen la dicotomía  absoluta entre la economía y el bien común
social” (EG  205).

José Sánchez Luque

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