[OPINIÓN] Nadie tendría que llegar a ser viejo, por Ana Sáez

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Las conversaciones de la persona que ansía jubilarse pronto suelen girar en torno al proceso de envejecimiento. Habla de ello continuamente y no se da cuenta de que así envejece más rápido, pues su organismo empieza a tornarse inactivo. Así no sólo se marchita, sino que se vuelve cada vez más cómodo. Aquel impulso natural de sacar el mejor provecho del día desaparece y si además la salud se quebranta, todo encaja: “Bueno, así es la vejez…”. Surgen achaques y la persona siente que su cuerpo se hace cada vez más pesado y se lamenta de que cada paso es una carga.

La persona continua explayándose sobre la vejez. Se queja sobre las enfermedades y se lamenta: “envejecer es muy fastidioso y por lo visto hay que aceptarlo como viene, cada vez más torpe, cada vez más frágil”. De esa manera la persona se carga a sí misma y acelera la disminución sucesiva de su fuerza vital y de su calidad de vida. Pero esto no tendría que ser así, nuestra vejez podría ser diferente. Si bien es cierto que la fuerza vital se reduce, la vitalidad del organismo se podría mantener. Sin embargo, esto presupone cambiar la forma de pensar y dar ya en la juventud al alma y al cuerpo fuerza positiva, es decir tener una actitud positiva ante el prójimo, ante el trabajo y ante la vida.

En la juventud muchos se han ido deshaciendo de su fuerza vital pensando de modo erróneo, dando fuerza a pensamientos tristes y apoyando la melancolía con pesimismo y pensamientos negativos. Se cuidan las depresiones que parecen justificadas, con lo que se las intensifica y cimienta. Se plantean exigencias y se quiere recibir elogios, sin embargo al otro se le critica, se está en contra de él. Se toman alimentos pesados y así también bebidas correspondientes. Se vive contra el propio organismo. De este modo en la juventud ha hecho pesado el cuerpo, se le ha cargado. Luego en la vejez se es débil y frágil; los contenidos de los pensamientos y comportamiento negativos le han hecho caer.

Toda persona descubrirá que se va marchitando, pero nadie tendría que llegar a ser viejo, decrépito y tener que sufrir. Sin embargo el miedo de la mayoría ante la vejez es justificado, pues ya en la mitad de la vida disminuyen la energía por su forma errónea de pensar y de comportarse. Por eso el mejor consejo es: ¡a cambiar de forma de pensar!, también para las personas de edad avanzada en tanto estén dispuestas a analizar su mundo de pensamientos y cultivar pensamientos de alegría, paz y salud. En realidad cada uno tiene en su mano la clave para gozar de bienestar, fuerza vital y alegría de vivir.

De la publicación. ¡A cambiar de forma de pensar!

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