Las mareas
ciudadanas que tanto se  multiplican semanalmente
expresan el descontento de  la mayoría de
las personas, el descontento lógico de quienes se ven afectados por los
recortes del ejecutivo y condenados a pagar por los platos rotos de otros.
Mucha gente se ha echado a la calle impulsada por la indignación de sentirse
estafados, directamente  -desahuciados, preferentes,
engañados- o indirectamente: parados, jóvenes sin futuro inmediato, sin derechos
sociales. La reciente marcha por la Dignidad, con  su eslogan: “Pan, trabajo y techo para
todos”, ha sido  el último grito de
protesta solidaria. 
Los derechos
sociales  básicos que parecían una conquista
asegurada, se están derrumbando para paliar una crisis  provocada no por el pueblo sino por  el neoliberalismo dominante. Y que el pueblo
indefenso se ve obligado (mejor 
condenado) a   pagar mediante
injustos recortes de todo tipo. Mientras un sector de la clase política y
financiera está cada día más corrompido, convertido en ladrones de guante
blanco. Estadísticas de total solvencia 
aseguran que en España durante los 
años de crisis han aumentado en 
más de 70.000 las personas o entidades  
millonarias. ¿Será verdad?
Seríamos cortos de
vista si viéremos en esas manifestaciones solo como quejas ciudadanas. Porque
en el trasfondo, pensamos que  puede haber
algo más. No es solo la economía, no es solo un descontento pasajero y
transitorio. Hay algo más en juego. Junto a los motivos de salir a la calle a
reclamar derechos, está también el sentimiento quizá más latente pero también
más profundo de insuficiencia, de limitación, de cansancio por el modelo actual
de democracia. Una democracia donde no podemos participar ni decidir nada de
aquello que nos afecta.
Por eso, una de las
pancartas de las movidas ciudadanas tiene como lema “Democracia real ya!  Nuestra democracia es solo teórica y  formal. A la hora de la verdad, el pueblo no
puede decidir nada. Desgraciadamente tenemos unos diputados y senadores, ajenos,
en su inmensa mayoría, a la problemática real de los ciudadanos. Defienden los
intereses de las finanzas antes que los intereses de la clase obrera y  de la 
ciudadanía en general. Y, lo que es peor, se aprovechan de sus cargos
para enriquecerse a costa del pueblo. Pienso que nuestra indiferencia y nuestra
pasividad nos pueden convertir en 
cómplices de tantos atropellos e injusticias.  ¡Busquemos alternativas!

José
Sánchez Luque

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