Muchos que creen que San Valentín se celebra desde hace poco tiempo y que surgió por el interés de los grandes centros comerciales, pero su origen se remonta a la época del Imperio Romano.
San Valentín era un sacerdote que en el siglo tercero ejercía en Roma. Para él no era justa la prohibición del Emperador Claudio II de que los hombres jóvenes no debían contraer matrimonio, ya que al no tener ataduras familiares podían ser mejores soldados. Decidió que él los casaría en secreto. Por esto es conocido como patrón de los enamorados.
Valentín gozaba de buen prestigio en Roma y cuando Claudio se enteró lo llamó a su palacio. Éste aprovechó la ocasión para hacer proselitismo del cristianismo.
Claudio en un principio mostró interés, pero persuadido por el ejército y por el gobernador de Roma llamado Calpunio para que se quitara esa idea de la cabeza, ordenó al oficial Arteríus que lo encarcelara.
Éste, con la intención de ridiculizar a Valentín, lo retó a devolverle la vista a su hija nacida ciega. El santo aceptó el reto y le devolvió la vista en el nombre del Señor. Este hecho convulsionó a Arteríus y a su familia que se convirtieron al cristianismo. De todas formas, Valentín siguió preso y el débil Claudio ordenó su martirio. Finalmente el 14 de febrero 270 fue ejecutado.
La joven Julia en agradecimiento al santo plantó un almendro de flores rosáceas en su tumba. De ahí que el almendro sea símbolo de amor y amistad duradera.
Todos tenemos un recuerdo de un San Valentín especial. El mío fue a mis 17 años. Yo vivía el primero junto a mi compañero de toda la vida. Esperaba con toda ilusión un detalle con un corazón o una flor roja, pero el entonces «mi novio» que nunca ha recordado las fechas, ni me deseó un feliz San Valentín.
Aquella noche lloré desesperadamente pensando que no me quería. Después de cuarenta años juntos creo que puedo considerar que aunque no reciba regalos, San Valentín sigue siendo mi patrón y mi marido me quiere.
Araceli Ruiz