Durante varios años
he pertenecido al Comité de bioética del Hospital Regional Carlos Haya de
Málaga. Allí un grupo de personas (la mayoría médicos) debatíamos sobre temas
relacionados con el cuidado de los enfermos en las instalaciones hospitalarias,
pero sobre todo teníamos que dar nuestra opinión sobre los trasplantes de
órganos entre personas vivas, o sobre transfusiones de sangre a personas cuya
religión se lo prohibía. Pretendíamos tener  claro 
que el debate  ético no debería
convertirse en una cuestión política-partidaria ni religiosa.
Definimos la  bioética con dos palabras: cuidar la vida.
Nunca hemos tenido tantas posibilidades de cuidarla como en la actualidad:
higiene, sanidad, ginecología, pediatría, geriatría, trasplantes, cuidados paliativos,
transgénicos, etc.  Pero nunca antes la
vida se había encontrado tan amenazada
como hoy: guerras, violencias, reparto injusto de los bienes, abusos de la
tecnología, destrucción del entorno, crisis económicas y sociales… En la actualidad
podemos cuidar la vida más y mejor, pero también podemos destruirla con mayor
facilidad. Si el futuro de la vida está en nuestras manos, ¿qué vamos a hacer
para protegerla? Es obvio que necesitamos controles éticos y legales, así como
educación para el debate  cívico sobre
estos temas en la familia, en la escuela, en la universidad, en los foros
ciudadanos.
Hoy día podemos
controlar más la concepción y la reproducción, manipular los genes,
diagnosticar enfermedades y tratarlas incluso antes del nacimiento, o conseguir
que sobreviva un feto que presenta condiciones mínimas para seguir adelante.
Pero este mayor conocimiento y control conlleva una ambigüedad: la de su
utilización a favor o en contra de la persona.
La bioética tiene
también una dimensión humana y educativa. Nos debe platear interrogantes: ¿Qué
es salud y qué es enfermedad? ¿Cuál es el 
valor y el sentido de la vida y de la 
muerte? ¿Cuál es la manera humana de nacer, de vivir, enfermar y  morir? ¿Qué significa para la persona humana
el dolor, la sexualidad, la edad o la relación con la naturaleza? ¿Qué hacer
para que la humanidad progrese en todos los aspectos?

Seguir a toda velocidad
las aplicaciones tecnológicas, sin plantearnos estas preguntas, sería tan suicida
como pisar el acelerador  después de
haber perdido el control del vehículo. Unas preguntas fundamentales: ¿Cómo
cuidar la vida naciente? ¿Cómo convivir con otros humanos? ¿Cómo ser y hacernos
humanos sin deshumanizarnos?

José Sánchez Luque

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