El papa emérito, Benito XVI, el año pasado por Navidad, levantó un gran revuelo al afirmar en su libro sobre la Infancia de Jesús, que lo de la mula y el buey en el portal de Belén no era un dato histórico. Hubo opiniones para todos los gustos, se hicieron chistes graciosos en la radio y en las cadenas de televisión. Había gente que decía: “Poco a poco nos estamos cargando lo poco que nos queda de religión”. En el fondo nos cuesta trabajo entender unos textos que, como los evangelios, se escribieron hace cerca de dos mil años. En aquellos tiempos la historia se escribía de manera muy distinta a como lo hacemos hoy. Las personas que de mayores iban a ser importantes ya, desde su nacimiento, estaban rodeadas de milagros y prodigios. Así lo canta – en época mucho más reciente- el romance de Abenámar: “El día que tú naciste grandes señales había: estaba la mar en calma, la luna estaba crecida…”.
Solo los evangelios de Mateo y de Lucas cuentan la infancia de Jesús, los otros dos evangelistas no la mencionan. Está demostrado que estos textos evangélicos no son históricos sino simbólicos y teológicos. Más que vidas de Jesús son “formas de vida” para los creyentes. Incluso hay contradicciones entre ellos. Según Mateo, Jesús nace en una casa, allí lo adoran los magos. Según Lucas, nace en un lugar donde había un pesebre. No es extraño que la religiosidad popular, desde San Francisco de Asís, el primer belenista, pensó que hubiese animales al lado del pesebre.
Pero ¿qué ocurrió realmente aquella noche? En el fondo, no lo sabemos. Pero sí sabemos lo más importante y que lo expresa un villancico andaluz: “Que Dios ha nacido para hacerte feliz”. Porque Dios no es un aguafiestas ni un sádico, sino el Dios amor. Dios quiere, por encima de todo, precisamente aquello que más queremos los seres humanos, la felicidad, la alegría, la fiesta, el abrazo fraternal. Nuestro Dios no es el Dios de la ley, ni de la condena. Lo único que quiere de nosotros es que le echemos una mano para que todos y todas puedan tener, al menos, unos mínimos de dignidad y bienestar. Y que nadie se enriquezca a costa de otros. Toda ética deberá centrar sus esfuerzos en el trabajo diario por hacer un mundo donde se respeten los derechos de todos los seres humanos y de la madre Tierra. ¡Hermosa tarea: vivir apasionados por hacer presente, con osadía, imaginación y esperanza, el sueño de Dios: que a nadie le falte pan, salud, cultura, trabajo y libertad! ¡Felices fiestas!
José Sánchez Luque