El pasado viernes 25 de octubre conocimos del asesinato de otra mujer en Guadalajara por motivos de género. O lo que es lo mismo, por ser mujer. Sólo sabemos de ella que se llamaba Carolina C.C. y que viene a colmar la fatídica cifra de ser la número 40 en lo que va de año. La cuarta en las dos últimas semanas.

Lo realmente espeluznante no son los detalles escabrosos del caso, sino que la historia, su historia, no haya pasado de ser un mero titular en los programas de prensa amarillesca. Precisamente el hecho de no haber sido conocedora de esta noticia hasta el mediodía, a pesar de estar escuchando las noticias desde primera hora de la mañana, fue el destello revelador, la lengua de fuego que me hizo estremecer por todas las que, inevitablemente, morirán. Porque un país que no encuentra espacio entre sus titulares colmados de reformas educativas, berrinches independentistas de patio de colegio y espionaje internacional para clamar por el ataque constante a lo más íntimo de la sociedad (sus madres, sus mujeres, sus vecinas…) por necesidad tiene que dar mucho miedo y nos aleja de tener algún día una sociedad civilizada y justa. De nada sirve afligirse interiormente. Este drama silencioso, que no cesa, debería estar presente diariamente en cada conversación de oficina, en las comidas en casa, en las aulas de los colegios, en los corrillos de parque mientras en los oídos de nuestros hijos va calando la inadmisión de la prevalecía de géneros como la costumbre más cotidiana.

Acciones como la de la Asociación Acilia, que se reúne frente al edificio San Luis a las 20:00 horas cada día que una mujer es asesinada y guarda cinco minutos de silencio en su memoria son ahora, antes de que las cifras dejen de revolvernos las entrañas, imprescindibles. Cada vez acudimos más. El día que dejemos de preguntar, cuando haya otra nueva víctima, por quién doblan las campanas y comprendamos, como inmortalizó el poeta John Donne, que doblan por cada uno de nosotros, quizá la Alameda se desborde con el silencio contenido de miles de personas.