Aquella tarde vi una pareja de ancianos paseando entre los robles, encinas y álamos de aquel viejo y abandonado parque.

Lo hacían de una forma alegre, como si no fuera con ellos las preocupaciones que la vida nos presenta y que nosotros mismos tratamos de abarcar hasta conseguir atiborrarnos. Ellos, cogidos de la mano, no deseaban saber más, todo les sobraba. Con tenerse el uno al otro les bastaba. Les daba igual el lugar que estuviesen o el parque en que habitasen, porque pude ver la felicidad que respiraban. Y se reían, sí, se reían de ti, de mi, de reían de las cosas que pasan a su alrededor; de las preocupaciones, de los atardeceres lluviosos, de las noches en calma, de los días tristes, de la vida, sí también de la vida.

Esa terrible vida que les tocó vivir, llena de sufrimiento y dolor, llena de lágrimas, esa vida es de la que hoy se ríen a carcajada, hasta más no poder y al fin conseguir la felicidad. Si, yo les vi en aquel parque, en aquel viejo parque, llorar de amor.

Hoy, ya no los veo, se fueron. Un beso de su nieto…