Esta Navidad no parece que vaya a ser una Navidad de cuento. Es más, parece que no será posible disfrutarla en familia, al menos no todos los miembros de la familia. Pocas son las familias (si contamos hasta tres generaciones, que serían las que se reunirían alrededor de la misma mesa en la mayoría de los casos) que no superan los diez miembros.
En este caso, el enemigo de la Navidad no será el avaro, tacaño y solitario Scrooge, aquella creación de la genial mente de Charles Dickens, sino un tal COVID-19. Y me temo que este maldito virus no se dejaría convencer por los tres Espíritus de la Navidad.
Los virus no tienen ni siquiera la escasa sensibilidad del viejo Scrooge. Pero confiemos en ese “espíritu” llamado vacuna, nuestra única posibilidad de recuperar el verdadero y familiar espíritu navideño. Esta Navidad quizá sería del agrado del señor Scrooge.
Pero a la inmensa mayoría nos hubiera gustado disfrutar una Navidad sin restricciones y una mesa sin límite de comensales. Deberemos esperar a la próxima. Ya falta menos.