Acaba el verano. Después de las vacaciones estivales los colegiales se incorporan a las clases. Un reguero de jóvenes ocupan el callejón de Urbina. Comienzan los nuevos atascos a la hora de las salidas. La Carrera se convierte en una calle intransitable. Un caos de coches conducidos por los padres que van a recoger a sus hijos. El colapso de la circulación provocado por los autobuses de los pueblos, que paran en mitad de la calzada, para que suban los alumnos, origina grandes colas.

Anochece antes. Las calles vacías apenas se va el sol. Los transeúntes se refugian en sus casas al calor del hogar. A pesar de la melancolía, las tardes otoñales son muy fructíferas. Invitan al recogimiento, con una temperatura agradable, se exprimen al máximo. El año no comienza en enero sino en septiembre. Es cuando se inicia el curso. Se formulan los nuevos propósitos: matricularse en una academia de inglés, inscribirse en un gimnasio para perder los kilos acumulados durante el desenfreno veraniego, comenzar una dieta… Deseos efímeros que la falta de voluntad convertirán en humo con el paso de los días. Las primeras lluvias anegarán las calles. Evidenciando la ineptitud de nuestros dirigentes políticos. Incapaces de canalizar adecuadamente el agua de la lluvia. gastan cantidades ingentes en obras faraónicas innecesarias en estos tiempos de austeridad, y no son capaces de solventar los problemas diarios de los ciudadanos. Se inundan casas que nuncan lo han hecho, provocando la inquietud de sus dueños cunado el cielo se nubla. La causa de la inundación es la reforma de las calles. Han colocado tuberías con un caudal más pequeño que las antiguas, incapaces de absorber el agua cuando llueve intensamente. Prefiero pensar que por una chapuza y no por otras causas más oscuras. Porque a pesar del actual descrédito de la política, el arte de la toma de decisiones, como afirmaba una vieja amiga politóloga, me niego a descalificar genéricamente a nuestros representantes institucionales. Quizá sea un ingenuo, pero si todos fueron unos arribistas, corruptos y mastuerzos; no habría esperanza y careceríamos de futuro.

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