«En esta imagen se representa más de lo que nuestras pupilas pueden apreciar (…) señoras de hierro, pues de carne y hueso no eran, está la fuerza, la vitalidad, la energía, en definitiva, la armonía y la luz del hogar»
Desde lejos se las ve, se oye un alboroto singular acompañado del chapoteo y del correr de un agua clara, perfumada de romero y limonero.Postradas están ellas, nuestras madres , abuelas y bisabuelas, mujeres de «armas tomar» , como nosotros decimos en nuestro pueblo. Señoras de juventud lozana, de rizados cabellos o cocos recogidos, manos curtidas, con aroma a jabón de nardos y pino escogido.
Andaba yo apresuradamente por el camino de regreso de San Juan, caía la tarde, cómo cae una losa gris , con tonos violetados y con la compaña del piteo de algún pájaro. Se apresuraba el ocaso de aquel día 1 de mayo ,y , vino a mi memoria, este vivo recuerdo de mis mayores, pues uno que es jovenzuelo no los ha vivido. Al aproximarme a la «Puerta del Agua» , de tan entrañable recuerdo en nuestros paseos hacia la Novena, aquella estampa que se presenta ante mis ojos…mujeres de otro tiempo no tan lejano qué se esforzaban por dar vida a cada una de nuestras casas, señoras que podían ser perfectamente nuestras abuelas , madres en otro caso.
En esta imagen se representa más de lo que nuestras pupilas pueden apreciar, mujeres que lavan la ropa en el lavadero, pero detrás de estas señoras de hierro, pues de carne y hueso no eran, está la fuerza, la vitalidad, la energía, en definitiva, la armonía y la luz del hogar. En muchos casos viudas que sacaban con gran esfuerzo y confianza en Dios la tan numerosa prole que tenían a su cargo.
Aunque es una época marcada por la estrechez e incluso deplorable, es menester y es mi intención homenajear a esa mujer que te engendró, que dió la vida por tí; yunque de la economía autárquica de los años de posguerra, callada desde la oscuridad de su cocina, tiene luz porque ilumina nuestra existencia. Estampa tan recordada sobre todo al pasar nuestros mayores camino del «Calvario de San Juan» en aquella tardes del mayear antequerano.
Mi gratitud y homenaje a todas las madres del mundo, del ayer y de mi hoy, que son sembradoras de amor y dulzura, las cúales llevan adelante a sus hijos con infinita fortaleza y Fe, esa Fe que «mueve montañas».