
Son muchas las voces que, desde hace décadas, piden devolver a la pequeña pedanía de La Higuera lo que algún día fue suyo. Aunque no lo parezca, este pequeño anejo ubicado a las faldas del Torcal fue una de las zonas estratégicas más importantes de la comarca de Antequera e incluso de la provincia.
Así lo muestran las ruinas de lo que en su día fue una gran fortaleza que recibía el nombre de el Castillo de Jévar, que aún hoy permanece en silencio vigilando desde las alturas a este diseminado rural.
El conjunto amurallado fue, en su origen, un puesto defensivo andalusí, levantado para controlar el paso entre las tierras interiores y los accesos al valle. No fue un castillo nobiliario, sino un lugar pensado para vigilar, avisar y resistir. Su posición no es casual: desde lo alto se domina una extensión que abarca la campiña, los caminos naturales y las rutas que comunicaban la zona con las sierras que avanzan hacia el Torcal y el corredor de las Pedrizas. Era una pieza más en un entramado de fortalezas de frontera, donde las miradas importaban tanto como las murallas.
Bajo sus entrañas se vivieron importantes batallas, la más reconocida, la del 27 de septiembre de 1410, con la toma de la ciudad de Antequera por las tropas castellanas, lideradas por el infante Fernando de Castilla, en el contexto de la Reconquista.
Con el tiempo, los conflictos, cambios de dominio y avances territoriales fueron dejando a Jévar sin función. Sus muros se desconcharon, la vegetación ocupó los huecos y el viento borró las huellas de los pasos. Sin embargo, lo curioso es que nunca desapareció del todo. La gente de La Higuera y sus alrededores siempre supo que estaba allí, aunque no fuese objeto de visitas oficiales. Y aunque ahora solo queden resquicios y partes dispares de muros de piedra, el castillo sigue vivo gracias a la memoria de sus vecinos.
El castillo, que desde 2010 está catalogado como Bien de Interés Cultural (BIC) por sus valores arqueológicos, era una fortaleza de doble recinto irregular relativamente pequeña, bien construida con muros de mampostería con aparejo bien dispuesto en hiladas de piedras calizas. La torre principal, maciza en su base, presentaba comunicación con el adarve y debió tener una estancia en la parte superior, según detalla el Boletín Oficial de la Junta de Andalucía.
Una historia construida sobre ruinas
Ahora, la fortaleza de Jévar vive del recuerdo de la grandeza de lo que llegó a ser en su día. De sus grandes torres, murallas infinitas y espacios regulares solo quedan piezas desordenadas que nos recuerda que hubo mucho más.
Los vecinos cuentan que, de vez en cuando, algún que otro curioso aparece por la zona y pregunta por el castillo. Y es que, aunque su estructura haya sufrido la erosión propia del paso del tiempo, su memoria sigue viva, cociéndose entre los vecinos de la zona un sentimiento de protección hacia esta joya arqueológica, de la que esperan que, algún día, se le dé el reconocimiento que merecen tantos siglos de historia.
                




