El escultor antequerano que enamora en EEUU

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Dicen que los mejores artistas, en ocasiones, son aquellos capaces de hurgar todas las entrañas de su interior y moldear la realidad de una manera única y sincera, sin más verdad que la que sale de aquello que se calla a gritos. 

Cuando pensamos en arte, se nos vienen a la mente figuras bellas, finas, dónde la elegancia pone nombre a las formas. Sin embargo, también existe belleza en lo raro, en aquello que sobrepasa los límites de lo convencional y nos regala algo diferente, pero mágico en sí mismo.

Ese arte, del que pocos hablan pero que muchos sienten, es el que vive en el interior de Alberto Camargo, un artista antequerano que ha embaucado a un gran número de personas con sus formas y esculturas hiperbólicas.  

Con tan solo cinco años, Alberto cuenta que ya soñaba con poder crear y moldear la realidad con sus manos. Poder expresar al mundo aquello que su mirada introvertida a veces no le permitía, con un arte solo perceptible para los ojos del que es capaz de ver más allá.  “He sido una persona muy introvertida y con mis obras, en cierto modo, buscaba el poder llamar la atención de decir, existo, ¿no? Estoy aquí, hola. Porque parece que no existía. Siempre estaba metido en mi mundo. Siempre ha habido una necesidad, una necesidad de comunicación conmigo mismo”.

Poder expresar con sus manos aquello que su boca no era capaz de transmitir es algo que sirvió a Alberto para llegar a entender todas aquellas inquietudes que volaban por la cabeza del joven soñador. “Es una manera de conectar con ese yo o con ese ser superior o como se quiera llamar. Y esa necesidad de comunicación con la esencia del ser humano, más que con toda la superficialidad que nos mueve a diario”.

Un arte “atípico” como forma de expresión

Si hablamos del arte de Alberto, hablamos de “deformidad”, de abstracción, de reivindicación. Y es que sus esculturas, no son para nada convencionales. Con formas desiguales, fuera del pragmatismo y de la realidad más dogmática, el artista pretende hacer ver que otra visión es posible, con esculturas que no dejan a nadie indiferente. 

“Con tan solo cinco años se despertó en mí ese gusto por la anatomía de los animales, de los insectos, las cucarachas…”, explica Alberto con una sonrisa mientras recuerda cómo, mientras que a algunos les repugnaban ese tipo de insectos, él solo podía contemplarlos admirando su belleza. “Siempre he tenido mucha curiosidad por todo lo que normalmente a otros niños no les despertaba tanta curiosidad. Mi gusto por este tipo de arte, por el tipo de arte fantástico, nace de la fantasía, de mi imaginación, de saber que hay algo más”.

Y es que Alberto, pese a que los admiraba, no quería ser ni Rodín ni Miguel Ángel, quería trabajar para tener un nombre propio. “En el arte es importante ser uno mismo y yo no busco estar dentro de nada, al contrario, lo que busco es salir”.

Un arte que traspasa fronteras

Lo que nació como una forma de expresión, terminó convirtiéndose en el trabajo y forma de vida de Alberto, cuyas obras han acabado enamorando a gente incluso del otro lado del charco, siendo su público mayoritario de EEUU. Alberto cuenta que todo su auge empezó gracias a su cuenta de instagram y a la página de venta online estadounidense en la que pone a la venta sus obras. Y, por supuesto, gracias a los fans de Lovecraft. 

“Cuando empecé a hacer mis piezas de Lovecraft les di un giro como todo lo que hago y parece que ha gustado”. Sobre su éxito, Alberto confiesa que se trata en el atreverse y no seguir una corriente concreta por miedo. “Yo creo que es la originalidad un poco, el atreverse, hay que atreverse a hacer las cosas”.

Originalidad que llega y enamora a los miles de seguidores que disfrutan del arte del escultor en su cuenta de instagram, que cada día aumenta sus cifras. “Yo siempre he tenido confianza en mí. Siempre he confiado, siempre, si no, no sería escultor”, es por ello que, pese a que las redes sociales en algún momento llegaron a condicionar su trabajo, la confianza en su verdadero yo pudieron hacer que retomara de nuevo el rumbo y no salir de su propio desorden. “Sigo siendo yo, intento seguir siendo yo. Y tengo muy claro que para mí el arte es la esencia, lo que hace que yo conecte con mi yo de verdad e intentar acercar lo que soy a la gente”.

Pese a que ahora su trabajo es más valorado, el proceso hasta conseguirlo no ha sido fácil. “Siendo autodidacta he enfrentado muchos retos y he dedicado muchas horas”, confiesa. “Yo quería que mi escultura fuera instintiva, que no tuviera que fijarme ni coger medidas ni nada, entonces todo eso se ha traducido en muchas horas de estudio, de anatomía y mucha frustración”. 

Entre todas sus figuras, Alberto tiene una que nunca vendería; sus sirenas. “Son tres sirenas que indican un poco lo que es la conexión con uno mismo. Hay dos sirenas que están luchando por agarrarse una a la otra y hay otra con una mano hacia arriba buscando la libertad y la cabeza agachada hacia su pecho, simbolizando la introspección, porque la libertad solo se encuentra en uno mismo”.

“Quiero que mi obra viva ahora”

Sobre su futuro, Alberto aclara que no quiere mirar más allá ni soñar con lo que pasará dentro de 50 años, sino vivir el día a día. “Lo que sí tengo muy claro es lo que quiero ahora. Quiero que mi obra viva ahora. Eso sí lo quiero. Y cuanto más grande sea, mejor”.

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