Junto a las gentes del circo había animales propios de tal espectáculo tales como elefantes, leones o monos.
En un descuido hizo que una mona se escapara de su jaula y recorriera el pueblo sin ser encontrada, hasta que dieron con ella en el campanario de la iglesia. Su cuidador hizo todo lo posible para que la mona bajara del campanario, pero esta se resistía, andaba dando saltos de un lado a otro ante el asombro y las risas de los allí congregados.
En uno de los momentos en que la mona daba vueltas de un sitio a otro encontró un cubo de cal destinado a blanquear el campanario de la iglesia, cogió el cubo y el escobón y salpicó a la gente que estaba congregada en la plaza de la iglesia. En uno de sus juegos se puso delante del reloj de la torre y dio varios brochazos al reloj, tapándolo parcialmente.
Aquella noche el circo se llenó siendo la protagonista indiscutible aquella mona.
Lo curioso es que cuentan que durante los siguientes 25 años el reloj de la iglesia quedó encalado sin que nadie lo limpiara.