Después de mucho tiempo, demasiado, ayer volví a ver la película de Víctor Erice. Unos días atrás había visitado la exposición Praxis del escultor Pedro Fernández Roales, organizada por el Ayuntamiento de Antequera en la sala que dispone para tal fin en la calle Infante Don Fernando. No es la primera vez que, tras leer la información sobre una exposición en algún cartel o en la prensa, me apetece ir pero no encuentro el momento. En alguna ocasión, lo he dejado para el último día.
La mayor frustración aparece cuando voy y descubro que ya no está. Hace varias semanas vi anunciar la de Fernández Roales. Estaba interesado. Miré la fecha de clausura, aún quedaba tiempo. Confié en mi memoria; mal hecho. Temo que tal vez me la hubiese perdido de no ser porque, afortunadamente, un amigo me comentó que iba a ir con los compañeros y su profesora del taller de pintura. Me invitó a que me uniera a ellos asegurándome que el propio artista nos hablaría del proceso creativo en su obra. Efectivamente, así fue. Resultaron especialmente interesantes sus explicaciones sobre las fases por las que iba pasando la idea original hasta convertirse en el bronce final.
El disfrute del arte, en cualquiera de sus manifestaciones, creo que se incrementa cuando tenemos la posibilidad de hablar con los artistas, los autores, ese intercambio resulta particularmente enriquecedor. Esto mismo fue lo que pensé también cuando semanas antes, en Mollina, Emmanuel Lafont hizo un recorrido amenamente ilustrado sobre algunas de sus obras, siendo en este caso el público destinatario un grupo de jóvenes estudiantes de Educación Secundaria.
Volviendo a Pedro Fernández, sus comentarios sobre el proceso de creación de una escultura en bronce a la cera perdida me llevaron a recordar aquel programa de los oficios de la cultura en el que se mostraba la faceta de escultor de Antonio López. Fue entonces cuando me apeteció volver a ver El sol del membrillo. La película duraba más de dos horas, tenía pendiente la escritura de estas líneas pero aún quedaba tiempo para ambas cosas.
Rafael Ruiz