No siempre quiere uno involucrarse directamente en los problemas que día a día pasan por nuestro alrededor, sin apenas darnos cuenta. Solo intentamos, a lo sumo, pasar de puntillas como si con nosotros no fuera nada. Tamañas realidades como: la opresión, la injusticia, la pobreza… son males que uno trata de apartar de su camino.
Tales males, se han ido asentando en nosotros y con el tiempo nos hemos acostumbrado a vivir con ellos y no les hacemos el más mínimo caso, como si fuera una cosa que no nos incumbe. Me pongo a pensar y no acierto a comprender el porqué se ha llegado a ésta situación.
En este mundo, las personas vivimos tan sumergidas en nuestro propio entorno que no tenemos ni tiempo ni ganas de contribuir entre todos a construir un mundo cada vez mejor, cada vez más humano, sin tener algo tan odioso como la maldad. Tal vez ese algo ha ido demasiado lejos o demasiado deprisa, para la poca voluntad, para el poco interés que le prestamos. ¿Cuándo vamos a mirar a los ojos de un niño que en la más cruel de las miserias, llora por sobrevivir? ¿Cuándo vamos a mirar a los ojos de un mendigo y no le vamos a dar la espalda? ¿Cuándo? ¿Nunca tal vez?