‘La Arxiduna dormida’: un sueño escénico a cielo abierto

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La noche cae lentamente sobre la vieja Archidona y la luz ambarina del atardecer se enreda en los pliegues de la sierra, mientras las piedras de la Alcazaba parecen susurrar leyendas que sólo despiertan cuando alguien se atreve a escucharlas. Es entonces cuando la historia, como un animal antiguo, se despereza. Y en ese instante preciso comienza “La Arxiduna Dormida”, el espectáculo que no es sólo una visita teatralizada, sino una experiencia sensorial, casi mística, que transita entre la evocación y la verdad arqueológica, entre la memoria popular y el arte escénico.

El Ayuntamiento de Archidona, a través de su Área de Cultura y Turismo, ha vuelto a confiar en Isabel Nuevo Torres, historiadora local, para guiar —como una sibila de la memoria— este recorrido dramatizado que cruza siglos, murallas y silencios. “No es un paseo”, advierte ella, “es un viaje en el tiempo”. Y lo es.

Desde la espléndida Villa Alta musulmana hasta los ecos de la conquista cristiana, pasando por romances, leyendas y poemas que, representados por quince actores en catorce escenas, van desgranando la historia de la ciudad como si fuera un códice abierto bajo la luna.

La teatralidad no es artificio aquí, sino método para revelar verdades profundas. Los personajes históricos no recitan: habitan. Don Pedro Girón Pacheco, Leonor Félix de Morales, Ibrahim y Tagzona, e incluso Washington Irving o la reina Isabel la Católica, comparecen entre sombras y luz dorada como si emergieran del mismo estrato del tiempo.

El visitante no asiste, participa; no contempla, vive. La peña de los Enamorados, al fondo, y la recién restaurada Alcazaba, en lo alto, acogen esta travesía que es tanto geográfica como emocional.

Isabel Nuevo, en su doble rol de guía e intérprete del pasado, recuerda con especial cariño a los niños que se sumergen fascinados en la trama, o a los propios vecinos de Archidona que descubren rincones, hechos y símbolos que desconocían. “Hay personas que repiten cada año. Algo tendrá el agua…”, bromea, dejando entrever que este rito veraniego ya ha echado raíces.

“La Arxiduna dormida” no se queda en lo performativo. Se completa con paquetes turísticos —visita, almuerzo o cena, alojamiento, e incluso rutas monumentales al día siguiente— que invitan a convertir la experiencia en una escapada cultural completa. Con fechas que esquivan el rigor del verano (25 de julio, 19 y 27 de septiembre, 4, 18 y 26 de octubre), este ciclo se alza como una alternativa al turismo convencional.

Y, sin embargo, lo más inolvidable quizás no sea lo que se ve o escucha, sino la manera en que lo que allí sucede altera la percepción del tiempo. Como si durante tres horas, el visitante quedara suspendido entre siglos, mirado por las piedras, convocado por voces antiguas. Una especie de burbuja escénica donde el presente se vuelve poroso y la ciudad —esa Archidona de tantas capas— despierta.

Porque hay ciudades que se cuentan, y otras, como Archidona, que se encarnan. Dormida, sí. Pero lista para soñar contigo.

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