Aunque se tiende a considerar que Alzheimer y Demencia son términos sinónimos, lo cierto es que no es así. La Demencia engloba un conjunto de patologías, entre la que se encuentra el Alzheimer, si bien esta no es la única. La enfermedad de Pick, la demencia por Cuerpos de Lewy, la demencia vascular o la demencia fronto-temporal son, entre otras, otras patologías incluidas dentro del grupo de las Demencias, cada una con un cuadro sintomático particular, si bien el Alzheimer es la Demencia más extendida.
La principal característica de la enfermedad de Alzheimer lo constituye el declive cognitivo que sufre el enfermo. De esta manera, el conjunto de funciones cognitivas que rigen el funcionamiento normal de una persona se van deteriorando. Esto se traduce en alteraciones en la orientación temporal y espacial, lenguaje, memoria, atención, percepción, cálculo, praxias, funciones ejecutivas, pensamiento abstracto, etc. Estas alteraciones cognitivas influyen de manera directa e irremediable en la realización de las actividades básicas e instrumentales de la vida diaria. Aspectos como el aseo personal, la alimentación, la limpieza de la vivienda, la preparación de la comida, atender al teléfono, coger el transporte público o tomar la medicación se tornan actividades complejas para el enfermo de Alzheimer, progresando hacia una incapacidad que se va haciendo cada vez más manifiesta conforme la enfermedad va avanzando.
Aunque se tiende a afirmar que la enfermedad de Alzheimer se manifiesta con una pérdida gradual de memoria, lo cierto es que, aunque esta puede ser una de las modalidades de aparición, no es la única. La enfermedad es heterogénea en su presentación y puede manifestarse alterando cualquier área cognitiva: desorientación temporal o espacial, problemas en la comunicación, dificultades para realizar actividades que antes realizaba con soltura, fallos en operaciones matemáticas sencillas u olvido de datos cotidianos son algunas de las formas de manifestación más comunes de la enfermedad de Alzheimer, todo unido a otro tipo de sintomatología como cambios de conducta, cambios de carácter, falsas acusaciones o alucinaciones en fases más avanzadas, conformando todo junto el corpus sintomático de la enfermedad de Alzheimer.
Ante ello es necesario observar detenidamente a la persona que presenta alguno de estos síntomas y, en caso de percibir comportamientos o conductas anormales, acudir cuanto antes a un profesional médico para someter a la persona a una valoración e iniciar, si procede, el proceso de diagnóstico para el posterior establecimiento del tratamiento farmacológico y no farmacológico.
Tradicionalmente se ha equiparado el padecimiento de una Demencia en general y el de la enfermedad de Alzheimer en particular a la tercera edad. De esta manera, la sociedad comienza a encender la luz de alarma cuando percibe comportamientos atípicos en una persona mayor: fallos continuados de memoria, errores en la preparación de comidas, problemas con el aseso personal, prendas de vestir que se ponen de manera errónea, problemas en la comunicación con la familia, alteraciones en la atención, etc. son aspectos que pueden hacer que una persona empiece a sospechar que su familiar mayor puede estar padeciendo cualquier modalidad de Demencia.
Pero, ¿son las Demencias en general y la enfermedad de Alzheimer en particular “patrimonio” único de la tercera edad? La respuesta es un no rotundo. Aunque la prevalencia es mayor en personas mayores, las Demencias y el Alzheimer cada vez afectan más a personas con menor edad. Buen ejemplo de ello lo constituye el actor Michael J. Fox, afecto de Parkinson (otra modalidad de Demencia) desde los 29 años. Se trata de un caso un tanto extraordinario pero perfecto ejemplo de que la Demencia no entiende de edades. Cerrando el círculo geográfico a la comarca de Antequera, actualmente se está atendiendo a personas afectadas de Alzheimer con edades comprendidas entre los 55 y 60 años, ya en fases moderadas de la enfermedad y con numerosas alteraciones cognitivas que limitan de manera clara su bienestar cognitivo y emocional.
Las estadísticas apuntan a que en España, de cara a 2050, la población afectada de Alzheimer se duplicará, pasando del 1.200.000 afectados que hay en la actualidad a 2.400.000 a mediados de siglo. Ante ello es fundamental comenzar a practicar el denominado envejecimiento saludable, una práctica de suma importancia para potenciar nuestras habilidades emocionales y cognitivas. La edad ideal para comenzar a practicarlo: cuanto antes, la década de los cincuenta es un buen momento para ello.
Dentro del envejecimiento saludable entra todo tipo de actividades. Una de las principales es el fomento de las habilidades cognitivas, es decir, ejercicios específicos que estimulen orientación, lenguaje, memoria, cálculo, percepción, atención, funciones ejecutivas, praxias, pensamiento abstracto, percepción, razonamiento, etc. También es sumamente recomendable aumentar nuestra sabiduría a través de distintas actividades: la denominada Universidad para Mayores, los cursos de formación específicos para mayores o la lectura son excelentes vías para ello. Igualmente está científicamente demostrado los beneficios de la actividad física contra la enfermedad de Alzheimer: realizar tablas de gimnasia adaptada con frecuencia, caminar o los diferentes talleres de baile y actividades lúdicas organizadas por los entes locales son sumamente recomendables para potenciar el bienestar cognitivo y sobre todo emocional del adulto mayor, y excelente medio para promocionar el denominado envejecimiento saludable.
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