Cada año, cuando el eterno enero acaricia su fin, cientos de familias, amigos y vecinos se reúnen en torno a grandes candelas para vivir y disfrutar de un momento único, lleno de anécdotas, risas y recuerdos en torno al fuego.
La Fiesta de la Candelaria, que ha ido pasando de generación en generación con el paso del tiempo, se celebra cada dos de febrero en recuerdo al pasaje bíblico de la Presentación del Niño Jesús en el Templo de Jerusalén y la purificación de la Virgen María después del parto, para cumplir la prescripción de la Ley del Antiguo Testamento.
Pese a que también se celebra en las grandes ciudades, son los pequeños pueblos los encargados de darle forma y cuidar con mimo esta fiesta tan grande, en la que cada rincón se llena de hogueras, bailes, comida y, sobre todo, tradición.
En la pedanía antequerana de La Higuera esta celebración se vive con especial ímpetu cada año. Durante las semanas previas, las mujeres y hombres del pueblo se encargan de amontonar ramas, palos y lo más importante, el ramón con el que darle viveza al fuego. En una pequeña casa a las afueras se encuentra Ana, quién mira al cielo con preocupación. “Esperemos que nos de tregua esta noche”, señala la vecina. A su alrededor, un pequeño montoncito de palos colorea una escena de lo más especial. “Desde que tengo uso de razón he celebrado esta fiesta con los míos”, confiesa a sus 90 años.
De aquella época ya ha pasado mucho tiempo, pero no se olvida de las frías noches de antaño recogiendo aceitunas, en las que las candelas cobraban un sentido aún más especial, más duro, pero especial. Recuerda estar con sus hijos al tenor de las brasas, cocinando lo que tenían en aquel momento, y disfrutando de momentos únicos ahora convertidos en anécdotas irremplazables.
Una rama de olivo por cada familiar. Con esta frase escueta pero precisa Ana explica el significado y el fin de esta fiesta para su familia. “La noche de las Candelas hay que pedir por todos, para que estemos bien un año más”, indica mientras arroja una de las ramas al interior de las brasas.
Una fiesta que cobra aún más sentido si cabe cuando se entiende que abarca mucho más de lo que se puede llegar a ver, una tradición que nos recuerda que, incluso de los momentos más duros, se pueden sacar algunos mejores si se cuenta con la compañía necesaria.
“Es una fiesta para reunirnos, para disfrutar y también para acordarnos de los que ya no están pero que siguen muy presentes”, cuenta con emoción Ana.
Candelas alrededor de la comarca de Antequera
En otros puntos de la comarca de Antequera las candelas también fueron protagonistas durante el fin de semana. La mayoría de municipios de la zona norte de la provincia de Málaga trasladaron la fiesta al sábado con motivo de la lluvia y para lograr una mayor participación, como es el caso de Valle de Abdalajís. Durante la noche, los vecinos, reunidos en grupos de diez personas, pudieron disfrutar de una cesta con productos de la tierra alrededor del chisco para comer y asar, beber el buen vino del pueblo y comer.
En Villanueva del Trabuco, por su parte, la fiesta se trasladó al 31 de enero, con la elaboración de buñuelos y chocolate por la tarde y un servicio de barra organizado por los padres y alumnos del IES Sierra de San Jorge. Ya entrada la noche, se encendió la hoguera, que iluminó la fiesta acompañada por DJs.
Tampoco faltaron las candelas en Humilladero, cuya fiesta tuvo lugar el uno de febrero y arrancó a las siete de la tarde con las coplas en rueda, canciones y bailes tradicionales en torno al fuego. El pueblo también preparó para la ocasión una barra a cargo del club de baloncesto y música durante toda la noche.
La ciudad de los Dólmenes se unió a la festividad de la Candelaria en la Iglesia de Los Remedios, con la tradicional bendición de las candelas, celebración de la Sagrada Eucaristía, presentación de los niños ante la Patrona de Antequera y paso bajo el manto de todos los fieles, implorando la protección de la Santísima Virgen.