Los jóvenes del Valle de Abdalajís se las ingeniaban para tener un poco de intimidad sin las miradas de las gentes del pueblo, frecuentaban una zona a las afueras del pueblo.
A uno de los jóvenes para no ser molestado y asustar a los curiosos se le ocurrió la idea de vestirse con una sábana y portando una vela encendida se paseó por la zona. Los que pasaban por allí vieron a lo que denominaban un «pantacma».
La noticia corrió por todo el pueblo y ya eran varios los fantasmas que se podían ver en la zona, surgieron muchas historias que hablaban de almas en pena y aparecidos.
El alcalde, nombró a uno de sus vecinos alguacil nocturno, su tarea era acabar con esa situación. Una noche este señor, Paco Real, al poco tiempo de estar en el lugar se encontró con uno de esos «pantacmas», él no le tenía miedo, por lo que se acercó y le dijo_ «Mira pantacma, te doy cuarenta y ocho horas de plazo pa’ que de güervas a acostá».
Las palabras tan convincentes del alguacil asustaron a los supuestos fantasmas que no volvieron aparecer más