El pasado jueves, en Málaga, un candidato a las elecciones al Parlamento Europeo, acompañado por el mentor que lo eligió a dedo, sufrieron un escrache por parte de miembros de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, cabreados, entre otras muchas cosas, por el caso omiso a una Iniciativa Legislativa Popular avalada por más de un millón de firmas y por la ingente cantidad de millones de euros de dinero público aportado para el rescate bancario.

La prensa dócil, más preocupada por dar la sensación de que sólo existen dos candidatos, no ha dado cuenta de ello. Es uno más de los múltiples actos organizados por esta plataforma a lo largo y ancho del país y que a veces han obligado a los políticos a entrar y salir por la puerta de atrás, como si de vulgares delincuentes se trataran. ¿Lo serán?

El blindaje policial, sin excusa razonable, impidió el paso de la mayoría de los manifestantes al interior. La Policía Local se ocupaba de reservar el espacio de una extensa explanada para el aparcamiento de las decenas de autobuses, se supone que pagados por el partido, encargados de transportar a los cientos de fieles y leales seguidores. De algunos coches de alta gama, unos oficiales y otros probablemente no, bajaron elegantes hombres y mujeres embutidos en sus suntuosos trajes.

Tuvieron que cruzarse con los portadores de pancartas reivindicativas ataviados con humildes camisetas con justas reivindicaciones. Cabizbajos. ¿Avergonzados? ¿De qué? Ellos sabrán. El perfil de los manifestantes: profesores, arquitectos, médicos, científicos… y que hace no demasiado tiempo no hubieran imaginado que algún día se encontrarían embutidos en una camiseta de Stop Desahucios gritando justas reivindicaciones. Porque los afectados por las hipotecas no son jóvenes antisistema medio hippies sin medios económicos para contratarlas, pertenecen más bien a una clase media, casi extinguida, victimas del estallido de una burbuja inmobiliaria provocada por la mala gestión de los que nos gobiernan y nos gobernaron. Podría ser usted mañana. Si la escracheada fuese una mujer la historia sería igualmente creíble. Es lo malo de la alternancia, que no de la alternativa.

Juan Luis Reina

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