[OPINIÓN] Los tres Sabios reconocieron la Luz en el pesebre de Belén, por Maria José Navarro

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Articulo remitido por Mª José Navarro
Del programa: “Lectura de Navidad“, que se emite a través del canal Sophia TV América www.radio-santec.com

No fueron sólo pastores quienes se sintieron atraídos por el nacimiento del
niño Jesús, sino que también acudieron unos sabios de oriente a los que
conocemos como los Reyes Magos. También ellos estaban unidos con las fuerzas
cósmicas y reconocieron en las constelaciones los signos del gran
acontecimiento que les hizo ponerse en camino siguiendo inequívocamente las
estrellas en el cielo, que les marcaban el camino hacia Belén.
Los sabios seguían a una estrella, a la que también llamamos la estrella de
Belén. A lo largo de la historia de la humanidad siempre han existido personas
orientadas hacia el interior, para complacer a Dios en la oración y con sus
vidas, sintiendo que la vida interna es el amor, el orden y la voluntad de
Dios. Si no ponemos orden en nuestra vida, si no cumplimos la voluntad de Dios,
no nos volveremos sabios. La vida interna en el cumplimiento de los
mandamientos de Dios nos abre a nosotras las personas la conciencia para la
comunicación interna con el Eterno. La Luz eterna, que ilumina todo el
firmamento, vive como esencia y fuerza en cada uno de nosotros, en cada alma.
Jesús de Nazaret enseñó a las personas: «El Reino de Dios está
contenido en vosotros
«. Es decir, que el gran Espíritu, la ley eterna
del amor, la luz, que es la vida eterna y la sabiduría divina, está en las
profundidades de nuestra alma como luz, fuerza y conducción.
Los sabios de oriente seguramente habían seguido el camino paulatino del
cumplimiento de los Mandamientos de Dios y su conciencia se había ampliado.
Habían alcanzado la comunicación con el Ser cósmico, que es Dios. Ellos eran
conscientes de que todo se encuentra como esencia y fuerza en ellos y que en
todo lo que ven y lo que no ven irradia el amor y la sabiduría de Dios.
Conmemoremos a los hombres sabios en el pesebre de Belén justamente porque
estaban cada vez más en unión con Dios, estaban en condiciones de sentir que
allí, en Belén, ocurría algo grandioso. Quizás alguno intuyó que ese niño recién
nacido se trataba del corregente del cielo encarnado, que en el pequeño cuerpo
humano irradiaba la gran conciencia de Uno-Eterno. Quizás alguno percibió que
con este niño vino algo que cambiaría las almas de las personas, es decir que
les daría luz incrementada. Y seguro que alguno rezó diciendo: «Señor, que
cada vez más personas capten que ha venido la gran luz del Eterno para llevar
de vuelta a las almas a la casa del Padre.”
Justamente fueron los pastores y astrólogos los primeros en reconocer el gran
acontecimiento cósmico que comenzaba en Belén. Ellos eran personas que vivían
en la unidad con la naturaleza y los animales. ¿Pero cómo es con nosotros,
vivimos también en la unidad? ¿Seguimos la estrella de Belén o nos dejamos
deslumbrar por las luces falsas de este mundo? ¿Qué podemos hacer para
encontrar la luz del Cristo de Dios y dejarnos conducir por él hasta el final
de nuestros días, para que también nosotros podamos encontrar de nuevo la luz
eterna, después de nuestra muerte física?

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