Hoy día se habla mucho de que otro mundo es posible, es decir un mundo que funcione de otra manera y sea una alternativa al sistema actualmente vigente. Es posiblemente algo parecido a lo que Jesús quería decir cuado afirmaba que su Reino no era de este mundo desafiando con estas palabras a Pilatos, el representante de un emperador que pretendía ser dios y ser dueño del mundo.

Le dice simplemente que, contrariamente a Pilatos él no recibe su autoridad de un hombre que se cree dios por muy emperador que sea, sino del Dios vivo y verdadero, cuyo reino es muy distinto a los reinos del mundo.

Jesús no dice que su reino pertenezca a un mundo de orden sobrenatural y trascendente, asentado en los cielos, como tanta veces se ha predicado en la Iglesia. Jesús habla de este mundo nuestro, material, físico, humano, pero que sería distinto porque iría construido sobre bases y con medios diferentes: la bondad, la igualdad, el perdón, el compartir, la preocupación por los débiles. Un mundo distinto del mundo organizado por el César y todos los que se asemejan a él.

Lo que plantea Jesús es una cultura totalmente nueva, a la que solo se accede después de desprenderse de la cultura vieja del mundo del César: la violencia, el orgullo, la mentira, la corrupción, la explotación del pobre.

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