Qué curiosa es la forma que tiene nuestra mente de saltar de un pensamiento a otro. Hace ya algún tiempo dediqué algunas líneas, en este mismo periódico, a recordar la película de Víctor Erice «El Sol del Membrillo». Tenía ganas de volverla a ver y así lo hice. Por si alguien no la conoce señalaré que el protagonista es Antonio López. En ella se muestra a un pintor metódico, que se toma su tiempo. Sí, que se toma su tiempo.

En aquel momento me planteé qué sería de aquel otro cuadro, el de la familia real que comenzó años atrás. No recordaba exactamente cuántos, no creí que fuesen tantos, el tiempo pasa rápido cuando nos vamos haciendo mayores. La semana pasada escuché la noticia en la radio, luego vi imágenes en la televisión a mediodía, las mismas por la noche, las mismas varios días después. El protagonista principal había abdicado antes de finalizar la obra, el que iba a ser el cuadro de la familia real había pasado a llamarse, lógicamente, La familia de Juan Carlos I. Por fin estaba terminado. Algunos años menos, doce, ha durado el rodaje de la película Momentos de una vida (Boyhood), finalizada el año pasado, dirigida por Richard Linklater. No la he visto aún, tan sólo escuché hablar de ella en la televisión, o tal vez en la radio. Obras de larga duración, ambas, este último retrato de Antonio López y esta película en la que el protagonista, desde sus siete años hasta sus diecinueve, está interpretado por el mismo actor (también los actores adultos eran los mismos pero, lógicamente, sus cambios físicos no son tan evidentes).

He visto algunas imágenes, aquí el tiempo sí ha dejado su huella y lo ha hecho sin necesidad de efectos digitales o de maquillaje, sin recurrir a parecidos razonables entre actores de distintas edades, al igual que los membrillos de la película de Erice muestran el cambio de una forma natural, sin artificio, casi como la vida misma. Qué paciencia hay que tener… Yo creo que no la tengo.

AUTOR: Rafael Ruiz

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