Cada vez estoy más convencido de que la economía no es la causa de está crisis. Mejor dicho, puede que sea una de las causas, pero no es la principal. Si tiramos de tópicos, ejemplo de ello podemos citar, el dinero no da la felicidad pero ayuda ha conseguirla, me meto en un campo que quizás pueda sonar a demagogia barata, cosa que con el tiempo he aprendido a rechazar y a odiar, ambas cosas en igual modo. Ahí otras causas que me preocupan más que la economía. Me preocupa en demasía el factor social, la perdidas de los valores tradicional, que son el fundamento para que nuestra sociedad, goce y tenga una salud más autentica y favorable. Vemos a diario que aquellos que están puestos por nosotros en altos cargos, roban, manipulan y extorsionan al pueblo con distintas medidas que resultan, al fin, insondables de caminar y entender. Con ello no quiero decir que todos sean corruptos, nada más lejos, pero si muchos han olvidado para que están puesto en ese sitio.

Contemplamos atónitos la caída en picado de la monarquía, observamos atónitos la escalada independentista que llevan los partidos separatistas catalanes, vascos y compañía y como no, algunos de nuestros políticos se bañan más de bolsillo que de cuerpo. Es difícil aceptar el porque de estos acontecimientos, la razón de cómo hemos llegado a este extremo tan peligroso y como, por ejemplo, a la autoridad pública o sea todos los cuerpos de seguridad del estado, son vilipendiados continuamente y desautorizados por aquellos que, por ejemplo, acuden a manifestaciones, “Escraches” y cosas por el estilo. El respeto hacía las personas se está perdiendo, por ejemplo, antes un maestro era la máxima autoridad, ahora los maestros son insultados, coartados y heridos casi a diario, tanto por el alumnado como por los mismos padres de los alumnos. ¿No nos damos cuento que son la primera piedra de toque y educación de nuestros hijos? Nos creemos que la democracia es un vale al contado donde podemos hacer de todo. ¡No mire usted!, esto no es así. 
Las leyes están para cumplirlas y ser cumplidas por todos y no para saltárselas a la torera. Aunque parezca utópico hay mucha gente que vive en una pura anarquía. ¿A usted se le ocurriría entrar en un Mercadona y robar y agredir al personal con premeditación, diurnidad y alevosía? Pues yo creo que no. Otro ejemplo flagrante de la ruptura democrática por parte de unos canallas que se camuflan bajo la bandera de la lucha obrera para ayudar al prójimo. ¡Esto es lo que tenemos en esta España nuestra, donde quien roba realmente para comer, porque no tiene otra salida, es masacrado en cárceles tercermundistas y los verdaderos asesinos, terroristas, violadores e individuos de semejantes calaña son puestos en libertad más pronto que tarde. Sólo me queda pensar que nuestras autoridades sociales se den cuenta a tiempo de tanto abuso como está habiendo y que pongan los mimbres necesarios para que esto no vuelva a ocurrir, mientras tanto sólo nos queda pensar que hay solución a todo esto, que entre todos podemos conseguir una sociedad mejor y que el mañana, esperemos, sea mejor que el día de hoy…

Por José Pedro Alarcón González.

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