Nunca olvidaré aquella Semana Santa. Recuerdo las impolutas imágenes saliendo de sus respectivas iglesias. Las recuerdo en procesión, recorriendo las calles montadas sobre sus tronos, adornadas de bellas flores. Recuerdo el lento procesionar de los pasos, la incomparable belleza de aquellos tronos. Recuerdo aquel olor mezcla de azahar e incienso, el sonido acompasado de los tambores y las cornetas de la banda de música, la luz de los sirios, las bolitas de cera de las velas derritiéndose sobre el asfalto. Recuerdo la pasión “tatuada” en el rostro de los costaleros, el respetuoso silencio de los cofrades y aquella saeta desgarrando el silencio de la noche. Recuerdo la multitud que se agolpaba en las aceras, sus rostros expectantes ante el paso de las imágenes, las mujeres procesionando vestidas de mantilla. Aún tengo en mis labios el sabor de la miel de las torrijas y el azúcar de los pestiños. Aquel año, incluso el buen tiempo acompañaba. Recuerdo haber vivido aquella Semana Santa con gran fervor, pero no recuerdo si estaba dormido o despierto, solo recuerdo que estaba soñando.
Paco Sánchez.