Muchos pensadores
coinciden en lo mismo: el mundo que hemos tenido bajo nuestros pies en las
últimas décadas parece estar desmoronándose a marcha forzada. Esto no es una
exageración si observamos algunos aspectos que configuran nuestra realidad
social: 
a)     
El aparente declive de Occidente,
especialmente de Europa y el apogeo de los llamados países emergentes: Brasil,
Rusia, India, China, Sudáfrica (los BRICS).
b)     
Las protestas que recorren
innumerables países, entre ellos España, indican un malestar global e
interconectado.
c)     
Las formas de organización e
interrelación de todas estas protestas, los llamados movimientos sociales en
red y el gran potencial del Internet.
d)    
Las recetas de austeridad,
impuestas por organismos internacionales, están resquebrajando los pilares del
Estado del bienestar y  los principales derechos
sociales que parecían indiscutibles hasta hace muy pocos años.
e)     
El poder de los gobiernos de
occidente está debilitándose a causa del poder absoluto que van tomando los
mercados financieros y los intereses privados de una reducida oligarquía de
individuos  y de empresas que dominan la economía.
Todas estas enormes
transformaciones, algunas de las cuales se han 
venido preparando lentamente 
durante los últimos años, indican lo que hoy es una opinión compartida
por muchos: no estamos en una época de cambios, sino es un cambio de época. O
como matiza el catedrático de Ciencia Política, el catalán  Joan Subirats “estamos en una situación de
transición o de interregno entre dos épocas”.

Sobre este tema
pretendo escribir en las próximas 
semanas. Analizaremos sobre todo las alternativas que nos proponen los
nuevos movimientos sociales, muy despreciados, e incluso perseguidos, por el
sistema neoliberal  que nos domina porque
ven en ellos un peligro inminente a sus enormes beneficios y privilegios. Pero
no podemos quedarnos en  lamentos,
estamos llamados a  buscar alternativas.
José
Sánchez Luque

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