Antonio Fernández, el peregrino antequerano de 65 años que se propuso llegar caminando a Santiago de Compostela ha conseguido su propósito. El reto, además de entrañar motivos personales tenía una finalidad solidaria, y es que Antonio ha conseguido, gracias a los medios de comunicación y la solidaridad de las personas que ha ido encontrando en su caminar, un total de 742 euros que ha donado a la asociación Antequera por las Mujeres Mastectomizadas.

La entrega del donativo tuvo lugar el pasado jueves, suponiendo «una ayuda muy importante, porque junto con el dinero, gestos como este infunden energía que ayuda a estas mujeres a seguir adelante», según declaró Remedios Valencia, presidenta de la asociación.

Para Antonio Fernández, «la solidaridad empieza en casa, y qué mejor que una asociación antequerana que ayuda a tantas personas a luchar contra el cáncer».

Antonio confiesa que en un principio el donativo iba a ir destinado a una familia en paro con dos hijos con problemas de movilidad que necesitaban sendas sillas de ruedas. Sin embargo «Santiago ha querido que esos padres encontraran un trabajo y alguien les regalara las sillas de ruedas antes que yo, por lo que decidí donar lo recogido a esta asociación, ya que, entre otro motivos, fui enfermo de leucemia y transplantado de médula hace años», relata el caminante.

El final solidario de este peregrinaje hunde sus raíces en los 46 días sin tregua en los que Antonio Fernández cruzó la Península Ibérica para llegar a Santiago de Compostela y continuar, como último esfuerzo, hasta la punta de Finisterre, donde este antequerano quiso dejar grabada esta experiencia en su piel a través de un tatuaje con el escudo de la localidad gallega.

Con un total de 1.360 kilómetros recorridos, Antonio se emociona recordando las muchas anécdotas que le ha regalado este singular camino de Santiago. Entre ellas destaca la picadura de un escorpión que, a pesar del dolor, no le impidió continuar con su camino, el cual describe lleno de paisajes impresionantes y plagado de buenas personas.

Este antequerano también confiesa que se ha perdido en varias ocasiones y por ello ha tenido que dormir al raso o debajo de algún árbol en la linde del camino.

Sin embargo, el peregrino asegura con firmeza que ya piensa en repetir la experiencia, para lo que se encuentra entrenando y convenciendo a sus amigos para que le acompañen en un segundo viaje al ‘fin de la tierra’, para el que se encuentra buscando apoyos que le lleven a repetir ese caminar. «Es una experiencia totalmente recomendable, tanto para el cuerpo como para el alma y el espíritu», asegura Antonio emocionado.

Caminando una media de 30 kilómetros al día, Antonio llegó a Santiago de Compostela mientras amanecía: «Sentí una emoción que hacía imposible sujetar mis lágrimas y que sólo un poeta podría explicarla, y yo no soy poeta», confiesa el peregrino, que desde hace cinco años, cuando recorrió el mismo camino en bicicleta, soñaba con este hito que ahora saborea con felicidad.

Antonio Fernández comienza de esta forma la cuenta atrás para su próxima aventura, para la que ya se entrena varias veces en semana caminando 20 kilómetros mientras prepara la mochila y el carrito, ya que, tal y como declaró hace unos meses, nunca tiene fecha de salida, y sólo saldrá de nuevo a caminar cuando el cuerpo se lo pida, para repetir esa experiencia que llena los ojos de Antonio de luz y felicidad.

Silvana Menegón, compañera de camino
Silvana Menegón es nacida en Italia y criada en Australia. Vive desde hace veinte años en la ciudad de Antequera, donde comparte su vida con Antonio Fernández en una bonita casa rodeada de fuentes e iglesias en pleno centro de la ciudad. A pesar de que Silvana ha acompañado a Antonio en muchas de sus aventuras, sobre todo las que realiza en bicicleta, esta antequerana de adopción que conserva todo su acento extranjero decidió en esta ocasión quedarse en casa y dejar que su esposo realizara su gran hazaña atravesando España. Confiesa que durante esas seis semanas lo echó mucho de menos, a pesar de que hablaban un poco todos los días. «Pasé miedo por las complicaciones que pudieran surgirle y por el frío y la lluvia, pero sabía que este reto era una ilusión para Antonio, por lo que en parte, que lo haya conseguido también me hace feliz a mí», confiesa Silvana, que se queja entre risas de que no le contaba todo lo que le ocurría por no preocuparla.

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