Tenía un sueño asomando por el horizonte y un miedo empeñado en ocultarlo, en hacerlo desaparecer tras el negro nubarrón que se empeñaba en cubrir todo su cielo. Aquella parecía una batalla perdida de antemano: el sueño apenas era visible; el miedo, sin embargo, se agigantaba por momentos. Sus desfavorables circunstancias no le auguraban un futuro muy halagüeño, y ella lo sabía. Pero no todo estaba en su contra, nunca es así; siempre hay un resquicio, una posibilidad. Aquella mujer menuda y de aspecto frágil era inmune al desaliento. Y muy valiente, tanto que decidió actuar a pesar de todas las adversidades, a pesar de su miedo. No tenía certeza alguna, ni siquiera muchas posibilidades, solo un sueño diminuto. Pero tanto fijó la vista en su sueño, que este fue creciendo, al tiempo que le ganaba espacio al miedo. Aún no lo sabía, pero no tardaría en descubrir que la acción es el mejor antídoto contra el miedo. “Ilusa”, la llamaron. “No lo logrará, no es posible”, dijeron. Pero lo hizo, a pesar de su miedo.