Artículo de opinión: «Un desayuno cualquiera» por Carmen María Herrera

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Recientemente, durante una mañana cualquiera, me encontraba desayunando frente al televisor oyendo,que no atendiendo, a un grupo de tertulianos que en el plató deliberaban sobre la marcha económica y política de nuestro país. Me divertía comprobar cómo partiendo de parámetros comunes los participantes en el debate llegaban a conclusiones diametralmente opuestas. Evidentemente eso restaba credibilidad a la posible utilidad formativa del debate porque no aclaraba nada, pero tenía la ventaja de satisfacer a todo el mundo. Bastaba con suscribir las reseñas que a uno más le agradaran o interesaran, en uno u otro sentido, y tan contentos.

Hasta ahí nada me pareció digno de mención; concluyó la primera parte y la moderadora siguiendo las pautas del programa dio paso al invitado especial del día: un personaje relevante que se sometería a las preguntas de los periodistas que estaban presentes en el estudio. En esa ocasión fue un dirigente muy prominente del partido en la oposición quien se encargó de hacer una exposición sobre la marcha de nuestro país, naturalmente tratado desde su punto de vista personal, y atendiendo a la doctrina de partido.

Nada criticable, por supuesto, son cuestiones que todos entendemos porque lamentablemente, olvidándonos de la ética más elemental, hemos acabado aceptando que en eso consiste la pugna democrática entre partidos y que en el amor y en la guerra todo vale. 

Por eso me pareció normal oírle decir que algunos falseaban la realidad asegurando que la cosa estaba mejor y todo iba fatal. Y hasta pensé que podía tener razón porque hay gente que lo está pasando muy mal, pero cuando aseguró que derogaría las leyes que el gobierno actual está poniendo en vigor su comentario me pareció poco afortunado teniendo en cuenta que no consideró la posibilidad de comprobar si los cambios iban a ser beneficiosos, ni aludió a posibles fórmulas nuevas y me dio por pensar que podemos estar abocados a encontrarnos de nuevo inmersos en un sistema educativo incompetente y con un régimen laboral inviable, que ha estado a punto de arrastrarnos al desastre más absoluto.
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