Blair Witch

En 1999, Daniel Myrick y Eduardo Sánchez nos dejaron con el culo torcido por culpa de El proyecto de la Bruja de Blair, odiada por unos y venerada por otros. Pero da igual ser un detractor o un admirador, porque los hechos son los hechos: la película se convirtió en un demoledor éxito gracias a su innovadora fórmula de marketing (quizá la primera película en usar Internet como trampolín publicitario) y a los cuatro duros que costó.

No olvidemos tampoco que hasta ese momento ninguna película había sabido explotar y aprovechar tan bien el formato de metraje encontrado (Holocausto Caníbal fue precursora en ese sentido, pero la película de Myrick y Sánchez le saca más jugo a dicho formato), y aunque ahora estemos saturados de falsos documentales y found footages, El proyecto de la Bruja de Blair fue el colmo de la originalidad en su momento. Y también un negocio redondo: costó un miserable medio millón de dólares (que en términos cinematográficos equivale al precio de un café) y recaudó 248 millonazos. Posiblemente este sea el principal motivo por el que hoy en día se abusa tanto de este formato: se vende bien y cuesta cuatro perras.

Pues ahora, 17 años después, llega la secuela oficial. Y digo oficial porque en el 2000 se rodó El libro de las sombras, una especie de secuela que ni continuaba la historia ni tenía la bendición de Myrick y Sánchez, y de la que los fans del filme original suelen renegar.

Bajo el falso título The Woods, la película se rodó en absoluto secreto, así, cuando por fin se desveló el verdadero producto que tenían entre manos, todos nos quedamos con cara de tontos.

El director encargado de traernos de nuevo a la dichosa bruja es Adam Wingard, autor de las notables Tú eres el siguiente y The Guest, y para mí uno de los directores de terror más interesantes del panorama actual, de modo que cuando me enteré de que era él quien estaba al mando de Blair Witch me puse a corretear en círculos como una adolescente.

En fin, menuda forma de enrollarme. Vamos al grano.

Blair Witch cuenta la historia del hermano de Heather Donahue, que tras encontrar en youtube un nuevo vídeo de su desaparecida hermana, deduce que sigue viva. De esta forma, se atreve a adentrarse en el bosque de Black Hills para rescatarla.

He de admitir que mis expectativas, como fan del director y de la película original, estaban por las nubes, y en casos así la decepción es fácil. Pero no nos engañemos, la película es un desastre aunque la haya acogido con todo el cariño del mundo. No quiero decir que no me haya gustado, sino que adolece de un exceso de malas decisiones.

Para empezar, el planteamiento es demasiado similar al del filme original. En realidad eso era lo que yo quería, volver al bosque, a los siniestros ruidos nocturnos y a los muñequitos de palo, pero no se trata de un problema de conceptos, sino de trama. La estructura es básicamente la misma, y si no fuera por dos o tres detalles esto se confundiría con un remake.

Si por algo destacaba la película original era por su realismo y atmósfera: con un bosque, cuatro palos, un par de llantos de niños y una casa en ruinas era capaz de aterrorizar más que mil fantasmas, y es que cuando se trata de terror, menos siempre es más.

En Blair Witch ocurre lo contrario. Aquí abundan los sustos fáciles con subida de volumen, esos que tanto gustan a las películas de terror de estudio, las comerciales. Es un abuso constante y en ocasiones usado de forma casi cómica, sobre todo cuando algún personaje hace acto de presencia de forma brusca, dando voces y asustando a sus compañeros en mitad de la noche. A ver, estáis en un bosque maldito, acechados por una bruja demoníaca… ¡dejad ya de sobresaltaros mutuamente y hablad más bajo!

Pues toda la película es así, salvo sus 20 minutos finales. De hecho, este tramo es el que salva la película entera. Gracias a él puedo decir que, pese a la decepción, me ha gustado.

Lo bueno de Blair Witch es que, aunque repita multitud de conceptos ya vistos en la película de los 90, amplía la mitología en torno a la bruja y al bosque donde reside, de modo que, aunque no esté a la altura, funciona como un complemento ideal.

La paradoja es que tras una primera mitad y parte de la segunda tan burdas y estándar, el final de la película se atreva a dar un valiente paso adelante, introduciendo, ojo a lo que voy a decir, dimensiones paralelas y paradojas temporales. Un final que invita al espectador a sacar sus propias conclusiones, y eso rara vez sucede cuando todo lo anterior es lineal y típico.

Blair Witch, pese a sus muchos fallos, entretiene, va de menos a más (cuando ocurre lo contrario es una bajona total) y aporta interesantes novedades, y estoy seguro de que si se hubiese estrenado mucho antes, quizá en el 2000 o 2001, cuando el formato found footage no estaba tan gastado, otro gallo cantaría.

La cosa queda en una película decepcionante que, gracias a su notable tramo final, deja buen sabor de boca. Eso sí, hay que ser muy fan de la original para no salir del cine indignado.

TRAILER