Articulo escrito por Teresa Antequera Cerverón
Del programa: Animales y sentimientos
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En la actualidad son pocos los científicos que atribuyen a los animales sentimientos, y los que lo hacen frecuentemente tienen que aguantar las burlas de sus colegas. Esto lo vivió en primera persona la investigadora Jane Goodall, cuando hace 30 años expuso el primer informe sobre la vida de los chimpancés en libertad. Ella misma expresó de la siguiente manera lo que vivió: «Yo cometí el peor pecado de los Fundamentos Biológicos de la Conducta, el antropomorfismo, es decir, la humanización de los animales».
La revista alemana Focus Online publicó un artículo titulado «Los sentimientos de los animales» en el que se lee lo siguiente: «Quien defiende este tema, arriesga su credibilidad. La dificultad está en el tema mismo, pues los sentimientos no se pueden medir con exactitud, están estrechamente relacionados con la experiencia personal y por eso se consideran como imposibles de explorar». Sin embargo ahora la ciencia está en proceso de apertura y transformación, habiendo cada vez más científicos progresistas que recorren nuevos caminos e investigan cada vez más en el mundo de los sentimientos en los animales.
Fras de Waal, un biólogo conductual holandés, atribuye a los animales incluso una instancia moral. En el Parque Nacional Tahi observó cómo los chimpancés se ocupaban unos de otros. Por ejemplo a uno que había sido herido por un leopardo le espantaban las moscas, curaban sus heridas e incluso tenían consideración a la hora de desplazarse.
Es realmente esperanzador que haya científicos que investiguen los sentimientos de los animales y que los expongan como hechos demostrados. Aunque lo verdaderamente positivo será cuando, de los resultados de estas investigaciones, los animales puedan obtener algún beneficio, por ejemplo que las personas encontremos una forma diferente de relacionarnos con ellos.
Sin embargo parece ser que necesitamos realmente una demostración científica para experimentar y afirmar por nosotros mismos que los animales tienen sentimientos. «Yo mismo desde hace muchos años observo animales que viven en libertad», dice Ralf un cuidador de animales en la Tierra de la Paz de la Fundación Gabriele, «así como animales que viven en granjas, y tengo la firme convicción de que los animales no solo tienen sentimientos, sino que además son muy inteligentes, y que en muchos aspectos superan a los seres humanos. Por ejemplo tuve la suerte de observar durante mucho tiempo la sensibilidad y delicadez de los corzos, o con cuánta delicadeza y cuidado se ocupan las jabalinas madres de sus pequeños jabatos, tumbándose con infinita paciencia y dejando que seis u ocho jabatos den saltos a su alrededor, sin mostrar ninguna reacción negativa, sin brusquedades. O por ejemplo cuánto sentido de grupo y unidad existe en un rebaño de ovejas».
¿Pero qué sucedería si los seres humanos admitiéramos que los animales tienen sentimientos, que tienen la capacidad de sentir alegría y también dolor? ¿Qué sucedería si aceptamos que son capaces de amar y que poseen un sentido comunitario social-amistoso? Si admitiésemos todo eso estaríamos hablando de una revolución social, con ello ya no se podría practicar más la ganadería intensiva, ni criar animales para consumo humano, tampoco estaría permitido el maltrato animal de cualquier índole, ni tampoco habría transportes de animales de matanza, ni experimentación en animales, ni producción cárnica, ni granjas peleteras, ni caza, corridas de toros, ni espectáculos con animales.
Depende de cada uno de nosotros que este momento llegue pronto, es decir depende de que cada uno examine su postura frente a los animales y viva en consecuencia. Qué duda cabe de que para los animales no sólo sería un gran beneficio, además la humanidad daría un paso de gigante en cuanto al respeto, al amor y a la compasión. Sin lugar a dudas un enorme paso evolutivo.
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