Tampoco pudo ser. El ecuador de la Semana Santa antequerana volvió a estar marcado por la lluvia, en una jornada en la que cientos de fieles esperaban poder disfrutar de la Legión y su Cristo y Virgen del Mayor Dolor el Miércoles Santo. 

Pese a que el día amaneció con algunos claros, el pronóstico de precipitaciones durante la tarde no daba lugar a la esperanza, que ha ido disminuyendo con el paso de los días. 

El tiempo sí que dio tregua para celebrar, en torno a las ocho y media de la mañana, el solemne besapié, que fue el preludio de la celebración de la Santa misa, a las doce del mediodía. Tras ello, llegó el momento del traslado legionario. Las nubes se abrieron para recibir al Cristo del Mayor Dolor en toda su esencia a hombros de caballeros legionarios. 

Las calles se tiñeron de color verde legionario para presenciar uno de los momentos más esperados del Miércoles Santo. Bajo saetas y alabanzas al Cristo flagelado comenzó la entronización y pequeña procesión del mismo por las calles aledañas hasta llegar a la Plaza del Coso Viejo, dónde tuvo lugar el instante culmen de la mañana. 

Rodeada por una marea humana, la figura barroca del Señor del Mayor Dolor, obra del antequerano Andrés de Carvajal, hizo una parada frente al monumento ecuestre del Infante don Fernando, donde se entonó el himno legionario del Novio de la Muerte, que fue correspondido con aplausos y vivas a la Legión. 

“No tengo palabras. Ver a nuestro Señor así y a Antequera rendida a él es algo único”, comenta Enrique, hermanaco de la cofradía,  mientras regala una mirada firme a su Cristo del Mayor Dolor. “Ojalá podamos procesionar y volvamos a empaparnos de todo el cariño y la fe que nos dan las calles de nuestra ciudad”. 

Pero no pudo ser. Conforme pasaban las horas la densidad de las nubes aumentaba, al igual que lo hacía la desilusión de todos los penitentes de la cofradía, que esperaban a las puertas del templo de San Sebastián una decisión tras la realización del Desfile de la Armadilla, a las ocho de la tarde. 

“El tiempo se está poniendo cada vez peor, no creo que salgan”, decía una vecina, a lo que otra respondía con palabras de consuelo que quizás sí que lo pudieran hacer. No fue así. 

En torno a las…… El hermano mayor de la cofradía de la penitencia y el silencio, entre gestos de tristeza y hastío, entonaba lo que nadie quería escuchar. La procesión se cancelaba por la lluvia, que sería constante durante toda la noche. 

En segundos, el templo se inundó de abrazos, llantos y consuelos encabezados por los cofrades más jóvenes, que se quedaban sin ver a las imágenes del Cristo y la Virgen del Mayor Dolor por las calles de la ciudad, que aún estaban abarrotadas de una masa que poco a poco iba desapareciendo. “Nos duele pero es lo que hay, sabíamos que podía pasar y ha pasado”, comparte Lidia, que venía con su madre desde Mollina a ver la procesión. 

Los penitentes del Mayor Dolor no podrán lucir este año sus nuevas ropas. Tampoco se hará gala de la nueva iluminación de las tulipas del trono de la Dolorosa ni del inconfundible sonar del Tercio de La Legión, de los tambores tras el Señor de la Asociación Músico–Cultural Nuestra Señora de la Oliva de Arahal y de la Asociación Musical ‘San Isidro Labrador’ de Churriana, que acompañaría a la Virgen.

La Cofradía empieza ahora a pensar en la salida del próximo año, con la esperanza de poder ver a sus Sagrados Titulares presidiendo las calles antequeranas.