Mis queridos mollinatos:
Sabéis que por estas fechas todos los años hay cambios en muchas parroquias, que se despiden de sus párrocos y reciben a otros nuevos. Y este año me ha tocado a mi; cosa que no esperaba, y que no había pedido.
El Sr. Obispo me envía como párroco a Estepona. Me toca ahora despedirme de vosotros, con los que he compartido cinco años de ministerio sacerdotal. Parecen pocos pero… en cinco años como párroco se llega a querer mucho -muchísimo- a las personas, porque juntos en la parroquia y fuera de ella, se viven muchos momentos muy buenos y algunos un poco menos buenos. Todos forman parte de la vida.
Ahora… a hacer las maletas y marcharme a vivir con los esteponeros. La parroquia de San José me espera. En mi corazón por supuesto que hay sitio para todos vosotros. El corazón de un cura es lo bastante grande como para meter a tantísima gente. Dios nos da las fuerzas y la capacidad. No son nuestros méritos.
Por lo pronto, nos seguiremos viendo en estos días, en lo que queda de mes, y el domingo 18 de Septiembre me tocará el momento de hacerme cargo de aquella parroquia. En Estepona tendréis también vuestra casa, a partir de ese mismo día.
Sólo me queda daros las gracias a todos, por lo mucho bueno que me habéis dado y enseñado en Mollina, y pediros que perdonéis mis fallos y mis meteduras de pata que -seguro- han sido muchos. Espero que el Señor haya hecho grandes cosas en vuestra vida por medio de mis pobres manos, y por medio de mis limitadas palabras.
Sólo he intentado ser un hermano que ha caminado el camino de la fe junto a vosotros, como pastor del rebaño, entre aciertos y errores. No he querido ser el dueño del rebaño, ni la estrella ni el protagonista de nuestra comunidad, -bien lo sabéis- sino el pastor en nombre del Señor. Un pastor con muchos defectos, sí; pero… el pastor. A veces todo esto no es fácil de comprender, pero es lo que he intentado hacer. Los que me conocéis, sabéis de mi manera de ser; en todos estos años he intentado no ser yo el centro de la comunidad, para que lo sea el Señor. Él es quién siempre se queda y el que importa más que nadie.
Cuento con vuestra oración para que mi labor sacerdotal ahora en Estepona sea al estilo de Jesucristo, el Buen Pastor. Os dejo un encargo, que sé que cumpliréis: quered mucho al que será vuestro nuevo párroco, (todavía no sabemos quién es) de manera que se sienta tan querido como me he sentido yo entre vosotros.
Pido a la Virgen María, nuestra Madre santísima de la Oliva, que siempre os cuide y os proteja bajo su manto. Os pongo bajo su amparo maternal.
Un abrazo grande, y mi bendición.
Os quiere, vuestro cura,
Javier.
CARTA A LOS FELIGRESES DE LA PARROQUIA DE HUMILLADERO:
Mis queridos hermanos de Humilladero:
Sabéis que por estas fechas todos los años hay cambios en muchas parroquias, que se despiden de sus párrocos y reciben a otros nuevos. Y este año me ha tocado a mí; cosa que no esperaba, y que no había pedido; pero los curas vamos a servir a donde nos necesite la Santa Madre Iglesia.
El Sr. Obispo ha decido enviarme como párroco a Estepona. Me toca ahora despedirme de vosotros, con los que he compartido dos años de ministerio sacerdotal. Parecen pocos pero… en dos años como párroco ya se llega a querer mucho -muchísimo- a las personas, porque juntos en la parroquia y fuera de ella, se viven muchos momentos muy buenos y algunos un poco menos buenos. Todos forman parte de la vida y todos nos enseñan mucho.
Ahora… a hacer las maletas y marcharme a vivir con los esteponeros. La parroquia de San José me espera. Y en mi corazón ya hay sitio para todos vosotros. El corazón de un cura es lo bastante grande como para meter a tantísima gente. Dios nos da las fuerzas y la capacidad. No son nuestros méritos.
Por lo pronto, nos seguiremos viendo en estos días en lo que queda de mes, y el 18 de Septiembre por la tarde será mi entrada allí; tocará el cambio de caras. En Estepona tendréis también vuestra casa, a partir de ese día.
Sólo me queda daros las gracias a todos, por lo mucho bueno que me habéis dado y enseñado en estos dos años entre vosotros, y pediros que perdonéis mis fallos y mis meteduras de pata que -seguro- han sido muchos. Espero que el Señor haya hecho grandes cosas en vuestra vida por medio de mis pobres manos, y por medio de mis limitadas palabras. Sólo he intentado ser un hermano que ha caminado el camino de la fe junto a vosotros, como pastor del rebaño, entre aciertos y errores. No he querido ser el dueño del rebaño, ni la estrella ni el protagonista de nuestra comunidad, -bien lo sabéis- sino el pastor en nombre del Señor. Un pastor con defectos, sí; pero… el pastor. A veces esto no es fácil de comprender, pero es lo que he intentado hacer. Los que me conocéis, sabéis de mi manera de ser; en todos estos años he intentado no ser yo el centro de nuestra comunidad. Es mucho mejor que sea el Señor el que quede y el que importe. Gracias a todos por hacer de nuestra parroquia una casa abierta donde nadie sobra, y donde todo el mundo es bien recibido. Felicidades por ser una gran familia. Siempre lo he visto así en vosotros y os animo a seguir.
Por supuesto que cuento con vuestra oración para que mi labor sacerdotal ahora en Estepona sea al estilo de Jesucristo, el Buen Pastor. Quered mucho al que será vuestro nuevo párroco, (todavía no sabemos quién es) de manera que se sienta tan querido como me he sentido yo entre vosotros, o incluso más.
Le pido a María, nuestra Madre santísima del Rosario, que siempre os cuide y os proteja bajo su manto. Os pongo bajo su amparo maternal.
Un abrazo grande, y mi bendición.
Os quiere, vuestro cura,
Javier.