Desde 1986 y hasta 2019 se han realizado un total de 26 anillamientos y el marcado de 19.577 pollos en esta actividad que ha contado, un año más, con una gran participación

Son las siete de la mañana en La Laguna de Fuente de Piedra. Pese a la oscuridad que presenta la mañana, son casi medio millar los voluntarios que esperan desde las cinco el regreso del anillamiento, uno de los acontecimientos más importantes de participación de voluntariado ambiental y que vuelve a celebrarse tras la pandemia y la sequía que impidieron su celebración los dos últimos años.

«Han sido unos años muy duros. El anillamiento es parte de nosotros y de nuestro pueblo, una experiencia que hay que vivir, al menos, una vez en la vida. Hemos estado contando los días para su regreso», comenta con emoción Paloma, una de las voluntarias.

Como cada año, una multitud de anilladores, científicos, conservacionistas y voluntarios ambientales asisten a estas jornadas, que se integran en los programas nacionales y europeos de seguimiento y protección de flamencos y sus humedales en el sur de Europa.

Seis grupos de marcaje, pies en el fango y muchas, muchas ganas. Así se preparan los equipos para comenzar el anillamiento. Primero, haciendo huir a las aves que pueden remontar el vuelo y conduciendo así a los polluelos al interior del corral. Los pequeños flamencos, con un plumaje plateado que se cubrirá más adelante de un color rosado, empiezan a corretear por el cercado. 

Con un poco de resistencia, finalmente son alcanzados por los voluntarios, y es aquí cuando empieza la parte más importante del proceso, la que permitirá localizarlos y acompañarlos por el resto de su vida adulta.

Cada flamenco es sellado con dos anillas: una de P.V.C. blanca y otra metálica en la pata derecha, que cuenta con un código identificativo que permite ser visto a corta distancia o con telescopio.

Después se les mide el pico, ala, el tarso y se les pesa. A algunos se les extrae sangre y otros son curados de posibles heridas, debido a que en el proceso podrían sufrir algún  daño. Por último, se procede a la suelta, la parte más espectacular de la jornada. Todo hay que hacerlo rápido, pero de forma organizada, y en un tiempo récord entre tres y cuatro horas.

«Mantener la organización y seguir las pautas es primordial para que el proceso se complete de la mejor forma posible» comenta Rafa, otro voluntario, mientras sujeta con delicadeza a uno de los pollos.

Con estos accesorios, los nuevos aventureros del mundo emprenderán su viaje en búsqueda del lugar más apropiado para completar su ciclo vital, que suele ser África, para así volver, años después, al lugar que fue su cuna y cumplir con el ritual de cortejo, apareamiento y reproducción.

En total, se han contabilizado 600 pollos de flamenco anillados durante la mañana del sábado que, pese al mal presagio debido a la sequía, finalmente se ha conseguido completar antes de que los flamencos  alcancen los tres meses de edad y aprendan a volar. 

La laguna de Fuente de Piedra es, por tanto,  uno de  los humedales más importantes para la reproducción de la población de flamencos del Mediterráneo y África Noroccidental y los años húmedos, alberga el principal núcleo reproductor de esta población de flamencos. 

Las precipitaciones que se registran durante los meses de abril a mayo determinan la evolución del nivel de agua de la laguna e influyen sobre los procesos que intervienen en el éxito reproductor y el número de parejas que se establecen cada año en la colonia de cría de Fuente de Piedra.  Desde 1986 y hasta el pasado 2019 se han realizado un total de 26 anillamientos y el marcado de 19.577 pollos en esta actividad, que supone un acontecimiento científico, de conservación, educación medioambiental, voluntariado  y de participación e integración de la población en un espacio natural protegido.

Dicho evento, que se viene realizando desde 1986, constituye además uno de las citas más multitudinarias de la localidad de Fuente de Piedra, que se convierte en símbolo de unión y amor por el medio ambiente durante estos días. Los vecinos de la zona no dudan  en participar cada año en las diferentes actividades puestas en marcha los días previos como las exposiciones, visitas guiadas  y la tradicional verbena que, este año, tuvo lugar el viernes 29 en la Plaza de La Constitución y que contó con un mercadillo artesanal y música en directo.