Los pobladores de los dólmenes de Antequera ya tenían a la peña de los Enamorados de Antequera como punto de referencia paisajístico e incluso simbólico, creando en la falda norte de la montaña una especie de santuario en el que aún quedan varias pinturas rupestres que se corresponden cronológicamente con el uso de estos importantes monumentos megalíticos. Es el resultado de las últimas investigaciones que se están desarrollando dentro del proyecto “Sociedades, territorios y paisajes de la Prehistoria en Antequera” promovido por el Conjunto Arqueológico de los de la ciudad y autorizado por la dirección general de bienes culturales de la Consejería de Cultura, Educación y Deportes de la Junta.

«Casi en el cien por cien de las construcciones de esta época se orientan al sol mientras que el Dolmen de Menga está hacia el norte, alineado totalmente con la Peña como demuestran las planometrías realizadas», detalla Leonardo García, uno de los especialistas de la universidad de Sevilla que está trabajando en el proyecto junto con expertos de la Universidad de Granada y Southampthon.

El objeto de estas investigaciones es esclarecer la relación cronológica, funcional y simbólica de este espacio natural, esculpida por el capricho de la naturaleza que simula un perfil de una cara, con el dolmen de Menga y que comenzó a forjarse en los años 90 en un trabajo que hablaba de restos pictóricos en un abrigo de la peña. «Los trabajos no especificaban mucho más de dónde estaban y ahora se han analizado viendo que se trata de arte esquemático, un tipo de pintura rupestre que durante el neolítico, cobre y bronce en este tipo de entornos naturales se interpreta como que conforman santuarios», asegura el experto quien apunta que estos datos dan una nueva visión de las sociedades que utilizaron los dólmenes y de los límites y la importancia que tenían para ellos estas catedrales del neolítico.

Ahora, las investigaciones irán más allá y para 2015 harán las primeras excavaciones al aire libre que se realizan en esta zona para estudiar este periodo en la Vega de Antequera. «Creemos que a pocos metros de esa zona de santuario había una importante actividad hay además indicios y conjeturas razonables que esperamos poder resolver con estas investigaciones», explica.

Así, a pocos metros de las pinturas los colaboradores de esta investigación analizan piedras como silex u ofita utilizadas para tallar herramientas como molinos o martillos. Tienen hasta 2017 para desvelar los secretos del pasado a través de las huellas que se conservan en el presente.

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