El papa Francisco nos ha hecho un
valioso regalo  de Navidad: su documento
programático titulado “La alegría del Evangelio”. Supone, en muchos aspectos,
una revolución copernicana para la Iglesia.  De tal manera, que los grupos eclesiales más
conservadores lo han visto con suspicacia y con recelo. Un periódico italiano, “Il
Foglio”, escribía hace poco: “Este papa no nos gustas, está cambiando la
religión. No toleramos sus palabras: “Yo creo en Dios, no en un Dios
católico”.  La exhortación papal analiza
los problemas de la sociedad actual y de la Iglesia católica. Señala unas  lúcidas pistas para ir haciendo  presente 
un mundo más justo y fraterno, combatiendo –señala Francisco-  la “cultura del descarte”, esto es, de la
marginación y de la exclusión. Pretende, al mismo tiempo el impulsar  una Iglesia  de la misericordia y de la compasión,  más de acuerdo con el camino abierto por
Jesús.
Nosotros,  los hispano hablantes, estamos de enhorabuena
pues ha sido la primera vez en  2000 años
de historia, en que  un papa escribe directamente
 un documento en castellano, (con algún
que otro modismo argentino). Francisco anima a todos, obispos y laicos, para
que “apliquen con  generosidad y valentía
las orientaciones de este documento sin prohibiciones  ni miedos” (nº 33). Porque este documento
pretende “indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años”
(nº 1).
En este
escrito  Francisco  nos dice que el hecho de que el Hijo de Dios
se hace carne en cada Navidad,  nos
invita a todos a participar en  “la  revolución de la ternura”, una expresión
inédita en el lenguaje pontificio. Les trascribo varias frases textuales
de  las 
sugerentes palabras de Francisco en el nº  87 y 88 del documento que comentamos:
“Hoy, que las
redes y los instrumentos de la 
comunicación humana han alcanzado desarrollos inauditos, sentimos la
necesidad de transmitir la mística del vivir juntos, de mezclarnos, de
encontrarnos, de tomarnos de los brazos, de apoyarnos, de participar en esa
marea algo caótica que puede convertirse en una verdadera experiencia de
fraternidad, en una caravana solidaria…Salir de si mismo y unirse a otros hace bien….No
tratemos de escapar de los demás hacia la privacidad cómoda… No olvidemos la
dimensión social del Evangelio…El Evangelio 
nos invita siempre a  correr el riesgo
de encontrarnos siempre con el rostro del otro, con su presencia física que
interpela, con su dolor y sus reclamos…,  con la alegría que contagia un constante
cuerpo a cuerpo…, a la reconciliación con la carne de los otros. El Hijo de
Dios, en su encarnación, nos invita a la revolución de la ternura”.
Sin duda, que
hace un siglo, estas palabras habrían sido calificadas, por los cancerberos o guardianes
severos de la ortodoxia vaticana, si no como heréticas, al menos como “piis auribus
male  sonanti”, (escandalosas para unos
oídos piadosos). Pero,  gracias a Dios  y a Francisco, las cosas van cambiando.
¡Qué buen
programa para estas navidades y para el año que vamos a estrenar!
Les deseo a todos una feliz Navidad, en la que tomemos
impulsos para hacer más presente en nuestros ambientes “la revolución de la
ternura”.
José Sánchez Luque