Recuperado ya de las agujetas logradas en el último tramo de la ‘Marcha por la Dignidad 22M’ que nos llevó caminando desde Getafe hasta el centro de Madrid, me siento feliz por la resurrección del 15M. Sumando siete y dando una acertada vuelta a la tortilla han convertido el movimiento de los indignados en uno nuevo calificándolo con su antónimo «Marchas por la dignidad 22M». Millones de ciudadanos nos manifestamos en Madrid para protestar por la nefasta gestión de un Gobierno incapaz de sacarnos de esta estafa a la que llaman crisis.

Increíble la intencionada manipulación de los medios de comunicación dando más importancia a la actitud violenta de unos pocos frente a la pacífica de la gran mayoría, amén del silencio en los días previos a las marchas mientras que las redes sociales echaban humo con todo tipo de minuciosos detalles. Yo no soy periodista pero el sentido común me dice que si miles de ciudadanos marchan, caminando, desde todos los rincones del país hacia Madrid, eso es noticia. Queda patente que los medios de comunicación de este corrupto reino atienden a los intereses de poderes fácticos cómplices de una auténtica cleptocracia.
Hubo emocionantes abrazos de recibimiento de los anfitriones andaluces y los compañeros de la columna extremeña, portando los componentes de ambas marchas incontables banderas hermanas. Pronto la columna asturiana teñía de azul con las suyas el soleado cielo de la mañana mientras que las ikurriñas aportaban un alegre toque de color.

Unos 1.700 policías antidisturbios, el mayor despliegue policial de la historia, había que justificarlos actuando al final de la manifestación para responder a un minoritario grupo de violentos. La Guardia Civil añade una actuación más a su maltrecho currículum impidiendo la llegada de noventa autobuses desde el norte de España, violando flagrantemente, una vez más, nuestra denostada Carta Magna. Con aplausos y vítores reaccionaron los miles de manifestantes ante una octogenaria de pelo blanco que, desde la ventana de la tercera planta de su residencia de ancianos, blandía una pequeña bandera verdiblanca. Sólo por esto mereció la pena el agotador viaje.

Juan Luis Reina

4 Comentarios