Eduardo Mendoza publicó ‘La verdad sobre el caso Savolta’ hace ahora cuarenta años, en 1975. Por supuesto, a la censura de la época no le pareció nada bien el título original («Soldados de Cataluña») y mucho menos la historia que cuenta, que al censor le pareció sin pies ni cabeza. Hoy es un gran clásico de la literatura española.

Pasó poco más de un lustro de su publicación y, alboreando los años ochenta,  en el instituto de Secundaria en el que yo estudiaba un profesor de Literatura nos hizo leer «La verdad sobre el caso Savolta». A mis quince añitos aquella lectura me hizo tomar conciencia de lo que se podía lograr con la orfebrería de las palabras y de las historias. Creo que es el único libro que he subrayado en mi vida, y del que he tomado notas. Me llevé un gran disgusto cuando, semanas después, el profesor anunció que no haría ningún examen sobre la novela.

La adolescencia es, por descontado, la etapa de los descubrimientos y de la fijación de las primeras pasiones personales. Pasiones que no se reducen a las hormonas. Ahí se incluyen la música, la literatura, los cómic… Cualquier materia que implique el desarrollo de la personalidad a través de expresiones artísticas.

Por eso la Asociación Cultural Alas de Papel incluyó en el III Certamen Literario María Carreira el Premio Talento Joven, patrocinado por el Ayuntamiento de Antequera, para autores locales de entre 14 y 17 años. Como miembro de la asociación, y por tanto del jurado del concurso, he podido disfrutar leyendo los relatos de estos jóvenes. Por supuesto, en la mayoría se reflejan con nitidez cuáles son sus lecturas actuales, qué géneros les atraen, por más que los títulos concretos sean desconocidos para mí. Pedirles que lean algo parecido a ‘La verdad sobre el caso Savolta’ es como quitarles los móviles y entregarles una linotipia para que se comuniquen entre ellos. Cada generación tiene sus herramientas para expresarse pero hay algo que nunca cambia: la pasión con la que se lee y se escribe a esa edad.

Salvador Rivas