Decía hace unos días Arturo Pérez Reverte (periodista, escritor y académico de la RAE) dijo que la eliminación de la lectura del Quijote en la escuela se debe a “generaciones de ministros analfabetos, a los que les suena a un texto aburrido y complicado. No saben qué es ni para qué sirve, no lo entendían y prefirieron eliminarlo”.

No es Pérez Reverte santo de mi devoción, pero si algo hay que reconocerle es que dice las cosas muy claritas. Yo soy de aquellos niños que tuvieron que leerse el Quijote en la escuela. Y puedo dar fe de que no es ni aburrido ni complicado. Es divertido y lúcido, fácil de leer y tan actual como cuando se escribió. En los tiempos que corren es subversivo. Muy subversivo.

Puestos a decir, dice Pérez Reverte que “el mayor aliado de los falsos Quijotes es la ignorancia de los Sanchos”. Cargarse del sistema educativo la obra de Cervantes es parte de ese proceso que procura que en España se propague la incuria, porque una población sin un adecuado nivel educativo se maneja más fácilmente y se devalúa laboralmente cuanto sea necesario. Es aterrador comprobar con qué frecuencia los jóvenes acaban ocultando su formación académica cuando buscan trabajo.

No, no creo ni de lejos que haya una conspiración para privarnos de la cultura y la educación. De lo que estoy convencido es de que decisiones como desterrar el Quijote de la escuela reflejan la ausencia de valores, y la mediocridad rampante, de quienes las tomaban y las toman. ¿Cómo han llegado a desempeñar responsabilidades que les han permitido cometer tales disparates y otros parecidos? Prefiero no planteármelo siquiera.

“No hay combinación más eficaz para hacer mejor el mundo que un maestro de escuela honrado e inteligente con un Quijote en las manos”, concluye Pérez Reverte. Bueno, el Quijote lo borramos, reducimos traumáticamente el número de maestros de escuela y la escuela misma la asfixiamos económicamente. La honradez y la inteligencia aún permanecen, refugiadas, en el esfuerzo cotidiano de quienes enseñan a nuestros hijos pese a los obstáculos, y les transmiten su ejemplo.

AUTOR: Salvador Rivas