Nuestra sociedad se ha apartado y se aparta a gran velocidad de las normas éticas y morales, ¿por qué?

 La respuesta la encontrará cualquiera que de forma analítica reflexione sobre el estado de la sociedad actual, sobre los pros y contras de la humanidad, sobre el desarrollo extremo en la investigación y la tecnología, la que en ocasiones quiere ponerse por encima de Dios, sobre las diversas actividades de los medios de comunicación, en ocasiones irreverentes y poco respetuosas, sobre los vicios como sexo y drogas en una juventud descontrolada, sobre cómo hacer dinero a toda costa, sobre asesinatos de índole sexual y violencia de género, sobre el maltrato animal sin mesura, sobre la falta de ayuda a enfermos y pobres del tercer mundo, sobre las ansías de poder. 
Pues bien, quien reflexione sobre los aspectos aquí citados u otros, en base a las enseñanzas de Jesús de Nazaret y vea como la juventud está entregada a todo ello y es arrastrada, llegará a la conclusión de que la juventud de las generaciones anteriores no tenía modelos a seguir. Generación tras generación cada uno se fue orientando a las masas y las masas se orientaron a los ricos. Muchos ricos han llevado y llevan una vida lujuriosa determinada por el dinero y el poder, también es así en nuestra época, lo que en resumidas cuentas no es más que la antesala de nuestro propio final. Pues de forma similar a como sucumbieron poderosas y avanzadas civilizaciones, así se augura el futuro de la nuestra.

Aquellos que se denominan cristianos y sobre todo las autoridades eclesiásticas como cardenales, obispos o curas, deberían ser un modelo a seguir, o cuanto menos un buen ejemplo sobre el cumplimiento de las enseñanzas cristianas, las enseñanzas de Jesús de Nazaret, las que en Su Sermón de la Montaña contienen la clave para alcanzar una ética y moral elevadas, y no sólo con respecto al prójimo, sino también con respecto a la naturaleza, los animales y a la madre Tierra.

Pero la mayoría de las autoridades eclesiásticas ni siquiera se guían ellas mismas por los valores éticos espirituales que enseñó Jesús, más bien hicieron y hacen de su llamada iglesia cristiana una estructura de poder rimbombante, que alberga muchas concesiones eclesiásticas para los ricos. Por eso los llamados pastores de almas han perdido la visión global de las normas cristianas que nos enseñó Jesús. En consecuencia también su rebaño, ya sean protestantes o católicos, han perdido la conexión con lo que viene del cielo, y por ende también las pautas de conductas que conducirían a la felicidad y a la paz en esta Tierra: Los principios de igualdad, unidad, libertad, hermandad y justicia. En su lugar se promulgaron dogmas de fe inventados por hombres, los cuales son de obligado cumplimiento bajo la amenaza de la condenación eterna.

Cualquier librepensador, cualquier crítico analítico descubrirá que nuestra sociedad actual se encuentra en un nivel más bajo que algunas civilizaciones en el momento de su caída, como por ejemplo Roma o Babilonia. El reloj ya ha pasado de la medianoche, por lo que las consecuencias, si el ser humano no da la vuelta a tiempo, vendrán determinadas irremediablemente por la Ley de causa y efecto.

José Vicente Cobo
De la publicación gratuita: “El joven y el profeta”

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