campo

Contaba la edad de quince años, en un paseo de campo, concretamente en el Torcal de Antequera.

Hoy voy a contaros lo que me ocurrió cuando contaba la edad de quince años, en un paseo de campo, concretamente en el Torcal de Antequera.

El día transcurrió normalmente, desde muy temprano hasta después de comer. Tomamos como es natural, la típica paella, unos chorizos a la brasa y unas cervezas y refrescos. Entonces mientras los mayores reposaban el almuerzo, los menores nos propusimos ir a una de las rutas, concretamente la amarilla, que estaba seguro que no nos perderíamos.

Después del descarte de los más pequeños, partimos hacia el interior, mi hermana Gracia, junto con dos amigas más y yo. El camino se presagiaba ameno. Pero pronto empezaron los problemas. No había transcurrido ni cinco minutos, cuando mi hermana comenzó a ponerse nerviosa y a decir dónde está la flecha amarilla, dónde está que no la veo. Entonces yo para verla llorar le decía: las flechas amarillas se han borrado con tanto pasar gente. Y para que le dije eso, porque comenzaron a llorar las tres, aquello parecía un mar de lágrimas.

La cosa iba de mal en peor, y hasta yo comencé a ponerme nervioso. Pero no había por qué, ya que íbamos por la vereda que marcaban las flechas amarillas. Y de pronto sin esperarlo les dije a las chicas, mirad, la solución ahí está, una flecha que dice “salida” y así regresamos sin muchas ganas de volver.